lunes, 26 de noviembre de 2012

Madrugar los domingos tiene premio:

Después de una semana bastante tranquila en cuanto a entrenamientos y liado entre páginas web y lenguajes de programación por fin llegó el fin de semana. Este ha sido un fin de semana de esos disfrutones, de esos que piensas: "Joder, ésto que tenemos aquí es muy grande!". El Valle del Jerte está precioso con las mil tonalidades de las hojas en otoño, con las nieblas y nubes que llenan las gargantas de agua y embellecen el paisaje de la Reserva Natural Garganta de Los Infiernos. Llevaba toda la semana deseando que llegara el viernes y volver a disfrutar de estos paisajes y de estas sensaciones. 



El viernes opté por un entreno a ritmo tranquilo, simplemente quería dejarme llevar por las vistas y los olores. Volver a correr por el Puente Nuevo, subir la calzada de la ruta de Carlos V y recorrer el técnico camino que desemboca en el Puente Carrascal, el emblema de nuestra carrera de este año. Además hacía mucho que no realizaba este recorrido en el sentido de las agujas del reloj. La bajada desde el Puente Carrascal a los Pilones estaba algo resbaladiza debido a las lluvias lo que la hacía bastante divertida y el paso por Los Pilones muy tranquilo a última hora de la tarde. En total unos 17km a un ritmo llevadero pero sin descanso ni paradas para andar (que últimamente ando mucho).


El sábado tocaba MTB. Después de esta semana bastante paradilla y de la salida del viernes me levanté con las piernas algo doloridas. La subida se me atragantó bastante y me costó más trabajo de lo habitual llegar a la cima. Aún así me lo tomé con calma. Después de todo estaba ahí para disfrutar de una salida en bici con compañeros y amigos y me serviría para estirar las piernas entre entreno y entreno. Mi plato fuerte lo reservaba para el domingo. Después de unos 45km por los alrededores de Cabezuela llegamos a Jerte y disfrutamos de un merecido descanso tomando algo en el bar. La tarde lluviosa. Perfecta para disfrutar del calorcito en casa y acostarse pronto.


Por fin llega el domingo. Las previsiones de lluvia no se cumplen por la mañana. Las piernas aún se quejan de la carga del viernes y el sábado pero parecen estar preparadas (tampoco les queda otra) así que sobre las 9:30 decido salir a reencontrarme con mi querido Collado de Las Yeguas con la cámara de fotos preparada para traerme unos cuantos recuerdos a casa con los que pasar la semana. El itinerario incluye además, de nuevo y ya prácticamente obligatorios en las salidas jerteñas, Los Pilones y el Puente Carrascal para ir abriendo boca.


Subiendo por el Reboldo hacia Los Pilones, la mañana gris y las lluvias de la noche hacían del paisaje algo espectacular así que opto por ir corriendo cámara en mano y sacando fotos allá por donde paso. No puedo evitar ir pensando todo el tiempo en que no salir un sábado para madrugar un domingo por la mañana a veces tiene premios como este.  Me siento como en una nube, recorriendo paisajes de cuento.


Llego a Los Pilones y me dispongo a sacarme una foto con la garganta al fondo y un golpe de aire lanza la funda de la cámara al agua (al menos sólo fué la funda). Desde el puente observo cómo se aleja flotando a merced la corriente. Ya es la segunda vez que la pierdo y esta parece ser la definitiva. Un golpe de suerte hace que se vaya acercando lentamente a la orilla y decido bajar a por ella. El granito mojado resbala mucho y es casi imposible no caerse. Termino rescatandola después de meterme en el agua hasta las rodillas. Empezamos bien la mañana.


Continúo mi camino por el sendero que une Los Pilones con la Garganta Chica. Las lluvias han hecho reverdecer el paisaje y el musgo es de color verde chillón. Sigo sacando fotos mientras corro disfrutando a lo grande del entorno. Parada obligatoria en la fuente para beber un poquito con vistas a la técnica y exigente subida hacia el Puente Carrascal. Más fotos. 


Afronto el primer tramo de subida corriendo pero poco después tengo que rendirme y continuar andando. Después de todo es una subida bastante fuerte y técnica y aún me queda mucho por subir a lo largo de la mañana. Es mejor guardar fuerzas para lo que queda por delante. Al ir andando puedo dedicarme a fotografiar todo a mi paso. La mañana está fresquita pero no hace frio y huele a humedad en el ambiente. La garganta baja con un gran estruendo a mi izquierda mientras asciendo poco a poco hacia la parte más alta de la primera subida importante de la mañana.


Por fin llego al pequeño tramo de bajada. Hay mucha agua en el camino y un pequeño arroyo recorre el sendero formando charcos. A partir de aquí voy a pasar toda la mañana con los pies encharcados. Las rocas resbalan bastante y tengo que hacer la bajada muy concentrado y con mucho cuidado. Llego al puente. La garganta trae mucha agua y paso un rato sacando fotos al agua y en el primer tramo de subida que hay al pasar el puente donde hay grandes rocas desprendidas.


El sendero hacia el Collado de La Encinilla también está resbaladizo debido al agua pero se puede correr bastante bien y vuelvo a dejarme llevar por el encanto de los colores y olores otoñales. A ratos sale el sol e incluso hace calor pero las nubes negras siguen amenazando en lo alto y se ve bastante niebla por el Collado de Las Yeguas. 


Llego al cruce con la Ruta de Carlos V y comienza la verdadera subida de la mañana. Alterno carrera con pasos largos caminando a lo largo de La Encinilla hasta llegar a la parte alta donde puedo disfrutar de una subida más tendida y realizar la mayor parte del trayecto corriendo. 


Al haber mojado la funda de la cámara tengo que llevarla todo el rato en la mano y aprovecho para seguir guardándome recuerdos para la vuelta. A pesar de llevar toda la mañana rodeado de los mismos colores no dejan de aparecer ante mi imágenes de cuento a lo largo del camino, así que aprovecho para sacar más y más fotos.


Ya en la fuente de Peñalozana hago una breve parada para coger agua y mezclarla con sales pues estoy sudando mucho debido a la humedad. Empieza a notarse frio y la niebla comienza a tapar todo el paisaje. Como algo y me pongo el chubasquero. Quizá pueda llover en los kilómetros que me faltan hasta el Collado de Las Yeguas. Envuelvo la cámara en una bolsa de plástico por si las moscas y me pongo en camino. En unos cuantos metros ya estoy cubierto de niebla y agradezco el calor extra del chubasquero pues empieza a hacer frio.


Hasta ahora el camino estaba bastante encharcado pero aquí arriba ya hay muchos tramos que tengo que hacerlos corriendo y chapoteando por arroyos y agua estancada. Me pongo de barro hasta arriba y avanzo mientras la niebla se quita y se pone a mi paso. No parece que vaya a llover. Paso por el tramo de brezos que se ha convertido en un cenagal con las lluvias para llegar al puente de la Garganta del Hornillo y afronto el último tramo de subida hasta la cima.
 

Al llegar arriba hay bastante niebla pero parece que no hace mucho frio. Recupero fuerzas comiendo las pocas pasas que me quedan y echando el último trago de agua y decido guardar de nuevo el chubasqueo pues parece que la lluvia no va a hacer aparición. Ya sólo me queda bajar y volver a llenarme de agua y barro hasta las cejas.


La bajada me la tomo con calma pues las piedras resbalan mucho y son bastante afiladas. No es plan de tener un accidente aquí arriba y menos estando solo. Atravieso de nuevo el cenagal de los brezos y recorro el tramo más técnico hasta Los Escalerones grabando un par de videos por el camino. La niebla parece empezar a levantarse y la temperatura parece haber subido un poco. 


Continúo el descenso hacia el Collado de La Encinilla y bajo por él hacia la calzada que me llevará al Puente Nuevo. A pesar de que la Garganta Chica trae bastante agua no puedo resistirme a hacer el tramo que une el Puente Nuevo con ésta para llegar al sendero de los Pilones ya que es un tramo bastante rápido de trocha de tierra con unas vistas espectaculares y, además, me sirve como guinda del pastel para terminar el entrenamiento.


Después de disfrutar del sendero llego a la Garganta Chica. Evidentemente no hay forma de pasar de piedra en piedra y, además, las lluvias y la humedad las han vuelto demasiado resbaladizas así que decido volver a meterme hasta las rodillas y atravesarla por el agua ante la expectación de algunos turistas que disfrutan de su bocadillo. El frio del agua me da un pequeño descanso a las piernas que ya vienen cargadas de la bajada.


Me pongo en camino hacia Los Pilones mientras las zapatillas se van descargando de agua. Son casi las 2 de la tarde cuando atravieso de nuevo el puente. Me cruzo con algunos grupos de turistas que disfrutan del tesoro que tenemos aquí arriba. Continúo mi camino ascendiendo la calzada ahora ya con paso lento pues el cansancio empieza a aparecer y las piernas ya me advierten de que les queda poca batería. No me queda nada para comer así que no queda otra que seguir adelante.


Al llegar a Las Merinas decido bajar por el sendero que recorre el Cerro de Las Uvas hasta el Centro de Interpretación pues había quedado con el Fery y llego con la hora un poco justa antes de que se vaya a comer. Durante el descenso ya noto las piernas llegando al límite y la subida por Las Vegas hasta Jerte, por pista encementada y bastante llana, tengo que hacerla alternando carrera con caminata pues la rodilla me ha dicho basta. Curiosamente los tramos que tengo que hacer andando son de bajada, pudiendo correr en las subidas y los llanos al no tener que sujetar mi peso con las rodillas.

Por fin llego a Jerte después de 30km bastante duros y técnicos pero con imágenes, olores y sensaciones para afrontar otra semana de asfalto, edificios y vehículos. Sigo pensando que el dolor de piernas merece la pena y que madrugar un domingo muchas veces tiene premios como éste.

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martes, 20 de noviembre de 2012

Candelario - Jerte (Failed):

Ya hace tiempo que en mi cabeza, y en la de alguno más, se gestaba la idea de realizar corriendo una travesía que uniera el pueblo de Candelario con el de Jerte atravesando la sierra y pasando por tres de los picos más emblemáticos de la zona: El Calvitero, La Ceja y El Torreón. Con esta idea rondándome la cabeza, hace poco me desplacé hasta Candelario para realizar la subida hasta El Torreón con la intención de conocer un poco el recorrido por esa vertiente pues nunca había estado por allí y comprobé que está muy bien marcado. La parte de Jerte aún queda un poco a la improvisación debido al deterioro de sus caminos y a que la primera parte se realiza campo a través buscando los claros que dejan los carabones por Majada Reina hasta llegar a los chozos de La Nijarra. Aún así decidimos intentarlo el pasado sábado y, lamentablemente, todo quedó en eso, en un intento, porque ni siquiera pudimos completar la mitad del recorrido debido a las condiciones climatológicas tan adversas que nos encontramos.



Hace un tiempo que algunos compañeros que compartimos afición por esto de las carreras por montaña y amistad en las redes sociales venimos hablando de la posibilidad de hacer entrenos un poco diferentes e intentar compartirlos para socializarlos y hacerlos más enriquecedores y divertidos aprovechando nuestra cercanía geográfica. Ya este verano realizamos la ruta de Carlos V, uniendo Jerte con Jarandilla, junto a nuestros amigos de Casas del Castañar pasando una divertida mañana de montaña y ahora le tocaba el turno a esta nueva travesía más invernal de lo que nos esperábamos. Después de “caerse” de la “convocatoria” Victor y Suso al final sólo Dani pudo acercarse a compartir con nosotros este reto. Así que, a las 7:30h de la mañana del sábado 18 de Noviembre, salimos de la Plaza de la Independencia de Jerte Pérez, Fery, Dani y yo camino de Candelario después de un sábado bastante lluvioso con la esperanza puesta en las estrellas que se veían entre las nubes antes de amanecer y que auguraban un buen día.


Llegamos a Candelario antes de las 9:00h y nos preparamos para la salida. El día parecía bastante claro a pesar de que alguna nube aún se mantenía pegada a lo alto de la montaña. Con la esperanza de que a lo largo de la mañana se levantara nos hicimos la oficial foto de salida cuando ya se veía a lo lejos algo de nieve en las cumbres, algo que sólo parecía ilusionarme a mí. Cinco minutos para calmar un poco los nervios y nos ponemos en marcha ascendiendo por la larga calle principal del pueblo hacia su parte más alta con un ritmo lento pero constante. La temperatura es fresca pero no en exceso y poco a poco vamos entrando en calor cuando llegamos arriba.


Una vez en lo alto del pueblo cogemos el sendero que recorrimos tanto en el Cross por Montaña de Candelario como en el Kilómetro Vertical del Calvitero para subir hacia la pista del pinar. Es un sendero estrecho y con mucha vegetación, bastante técnico y resbaladizo debido a la tierra mojada de la noche anterior pero con un encanto especial. Después de recorrer algo más de un kilómetro a lo largo de la pista del pinar atravesamos una cancela y recorremos una serie de cortafuegos que nos llevan en línea recta y totalmente vertical hasta la Plataforma I, nuestro primer “checkpoint”. 


Desde esta plataforma continuamos el ascenso recorriendo los pequeños caminos abiertos entre la maleza y atravesando un par de veces la carretera hasta la segunda plataforma, la Plataforma del Travieso, donde muere la carretera. A partir de aquí recorremos un sendero bastante técnico que nos lleva, también muy verticalmente, hacia la Cuerda del Calvitero. La temperatura empieza a volverse bastante gélida y la niebla comienza a hacerse patente. Poco más arriba, en un arroyo, paro a coger agua y a ponerme algo de abrigo y los guantes pues las manos empiezan a quedarse heladas por la temperatura.


A medida que ascendemos la nieve hace su aparición en el suelo y poco después el viento helado comienza a golpear copos de nieve sobre nuestras caras que duelen como agujas clavándose en la piel. El suelo y la vegetación empiezan a cubrirse cada vez más de blanco y parece que estemos en pleno invierno con esta estampa tan navideña. Nos cruzamos con un grupo de montañeros que ascienden en medio del temporal y nos dejan pasar trotando. En este momento el paisaje ya es totalmente blanco, no se puede ver mucho más que nieve en el suelo y el blanco de la niebla y la nevada en el horizonte. El hecho de que vaya en pantalón corto causa sensación y es foco de las conversaciones.


Seguimos ascendiendo y adelantamos a otros tres montañeros que iban por delante de nosotros. Para nuestro disgusto ya no queda nadie más ascendiendo por delante y ahora somos nosotros los que vamos pisando nieve virgen y nuestra única guía son los hitos que vamos encontrando a nuestro paso pero que cada vez están más cubiertos de nieve y con la nevada y la niebla apenas podemos distinguirlos de las rocas. Recorremos así un par de kilómetros hasta que ya apenas podemos seguir el camino, encontramos algún hito de vez en cuando pero la mayor parte de los pasos que damos son en la trayectoria equivocada.


Decidimos parar para sacar una foto de grupo que muestre el panorama que teníamos a nuestro alrrededor entre risas nerviosas para evitar pensar en el frio que estábamos pasando y en lo peligrosa que se estaba volviendo la situación. Decidimos continuar hacia adelante confiando en encontrar pronto el camino. Bajamos saltando entre canchales hacia lo que parecía un hito que resulta ser una simple roca. Seguimos bajando hacia un arroyo donde creo que pasa el camino pero no es así. Cada vez nieva más, hace más frio y, definitivamente, estamos fuera del camino, perdidos. Las risas nerviosas aumentan intentando quitar hierro al asunto, apenas podemos hablar con claridad pues tenemos congeladas hasta las mandíbulas y después de varias caídas y alguna herida decidimos darnos la vuelta por seguridad en un momento de lucidez.


Es momento de recuperar la temperatura cuanto antes y realmente no tenía mucho sentido continuar hacia adelante intentando buscar el camino pues aún nos quedaban unos 200-300m positivos que ascender y varios kilómetros hasta La Ceja y El Torreón. Cuanto más ascendiéramos más fuerte sería la nevada y más cubierto estaría todo de nieve y el Paso del Diablo, por donde tendríamos que realizar el descenso ayudados por la cadena, podría ser demasiado peligroso en estas condiciones y, finalmente, tendríamos que darnos la vuelta de todas todas, con el añadido de más de una hora extra en estas condiciones. Lo más sensato era volver a Candelario y tomarnos la revancha en otro momento con mejores condiciones climatológicas y eso fué lo que hicimos.


Ascendemos por una canchalera y encontramos de nuevo un hito lo cual nos tranquiliza bastante, a lo lejos vemos el siguiente, estamos en el camino de vuelta y rápidamente nos ponemos a trotar siguiendo las señales, descendiendo rápidamente buscando el calor que nos permita sentir las manos y los pies. Apenas se ve nada en el horizonte debido a la niebla pero, a medida que descendemos, se va aclarando un poco y parece que deja de nevar. Después de unos minutos de bajada oímos voces a lo lejos. Tenemos la sensación de haber vuelto a la civilización. De nuevo nos cruzamos con el grupo de montañeros que ahora están atados con una cuerda para evitar perderse y buscan el camino de bajada. Después de cruzar unas palabras con ellos continuamos nuestro descenso trotando ladera abajo por el camino que ahora está más pisoteado y nítido. La niebla va desapareciendo poco a poco y comenzamos a notar que el aumento de temperatura desentumece nuestras extremidades.


Por fin dejamos atrás la nieve y la niebla y ahora solo tenemos que descender el técnico sendero de rocas sueltas que nos llevará de nuevo a la Plataforma del Travieso. Realizamos la bajada a ritmo más vivo para alcanzar la plataforma cuanto antes. Poco a poco comenzamos a poder mover los dedos de las manos y ya podemos hablar con claridad. Seguimos descendiendo rápidamente hasta la Plataforma I donde realizamos una breve parada para picar algo antes de continuar con el descenso por los cortafuegos hasta el pinar.


Ya más tranquilos aprovechamos para sacar algunas fotos puesto que antes no podíamos permitírnoslo debido a la imposibilidad de usar las manos agarrotadas por el frio. El sentimiento de impotencia por no haber podido culminar el reto está presente pero también podemos pensar más fríamente en lo peligroso que habría sido seguir adelante en esas condiciones. Hemos hecho lo correcto. Llegamos por fin al pueblo. Descendemos de nuevo su calle principal hacia la plaza ante la mirada de los turistas hasta llegar al coche. Aprovechamos para cambiarnos la ropa mojada (los que podemos porque el pobre Dani dejó todo en Jerte ya que, en principio, era el punto final de la ruta), y nos tomamos un merecido refrigerio en un bar de la plaza antes de emprender la vuelta. El montado de jamón con tumaca sabe a gloria.


Es triste pensar, ahora en casa, que no hemos podido terminar lo que empezamos pero también es una satisfacción saber que fuimos capaces de hacer lo correcto y darnos la vuelta antes de cometer una imprudencia. Aún así fue un entreno muy enriquecedor y completo y la verdad es que nos echamos unas risas en una situación bien complicada a pesar de estar muertos de frio y apenas poder hablar debido a la temperatura. La experiencia mereció la pena con creces y nos queda el gusanillo de terminarla por lo que nos queda una deuda pendiente con esta travesía y volveremos a intentarlo cuando los días sean más largos y menos fríos. Mientras tanto seguro que habrá muchos otros retos que superar y aventuras que disfrutar. Un placer gozar de la compañía de estos tres grandes compañeros y amigos en locuras de este calibre, sin vosotros seguro que habría sido más aburrido y peligroso. Un abrazote y hasta la próxima, máquinas! 

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lunes, 19 de noviembre de 2012

VI Subida al Castillo de Portezuelo:

Hace ya algo más de una semana de la VI Subida al Castillo de Portezuelo, la penúltima prueba de la Copa de Extremadura de Carreras por Montaña de este 2012. Para mí no era una carrera muy "interesante", deportivamente hablando, pues el recorrido transcurre, casi en su totalidad, por pista forestal con buen firme sin subidas ni bajadas técnicas y exigentes. Prácticamente es un cross de  15km con un tramo de algo más de un kilómetro campo a través, una carrera rápida más para corredores de pista o asfalto que para corredores de montaña.



Aquella mañana éramos un grupo bastante grande del Club Deportivo Jerte los que participábamos en las diferentes categorías de la prueba, desde los más pequeños hasta los de la categoría reina. Los socios de nuestra cantera se trajeron para casa varias medallas (entre ellas un primer, un segundo y un tercer puesto), los mayores no tuvimos la misma suerte y tuvimos que conformarnos con vencernos a nosotros mismos en una prueba que no era del todo nuestro estilo.


Tomamos la salida a las 12:10. Después de una fría mañana, sale el sol e incluso hace calor. Durante los 4 primeros kilómetros mis piernas parecen no terminar de calentarse y me paso toda la primera subida peleándome con mi cabeza, pensando en si los dolores y la falta de “combustible” se deben a un posible sobreentrenamiento o quizá al frio del otoño. No puedo evitar la idea de parar para recuperar fuerzas pero evito dejarme llevar por estos pensamientos y continúo. Poco a poco el tiempo pasa y sigo adelante al ritmo que mis piernas marcan y consigo salir del paso después de un buen rato cuando por fin entran en calor. Llega el momento de la larga bajada donde puedo aumentar un poco el ritmo, aún así sigo sin poder alcanzar a los que llevo por delante y a duras penas puedo mantener la ventaja con los que me persiguen.


Durante la parte más llana del recorrido me adelantan algunos corredores, yo no puedo ir más rápido, miro el gps y mi velocidad es entre 2 y 3 km/h más rápida de lo habitual por lo que intuyo que no podré mantenerme durante mucho tiempo en esas condiciones. Llegamos a la segunda bajada, esta vez más rápida y corta, de nuevo a aumentar la zancada y a pensar en el llano que vendrá después. Continúo a esa velocidad incómoda hasta llegar a la zona más técnica del recorrido que consiste en ascender campo a través hasta la cresta del cerro donde se encuentra el emblemático Castillo de Portezuelo.


Intento hacer la subida corriendo pero a mitad de la cuesta tengo que ponerme a andar pues las piernas están duras de haber pasado casi una hora con ese ritmo rápido y machacón; aún así, al llegar a la cresta, aquellos rápidos corredores de cross de la pista se vuelven lentos durante esa zona tan técnica llena de jaras y rocas y aprovecho para adelantar unas cuantas posiciones hasta llegar a la altura de Jesús antes de la bajada vertical. En esta bajada es donde disfruto y me dejo llevar pegando saltos entre las jaras y adelantando a otros cuantos corredores que bajan con mucho cuidado para evitar tropezones.


Ya abajo, en la pista, la realidad me hace volver a coger velocidad de crucero y corremos hacia el puente donde nos animan nuestros compañeros de la cantera. Atravesamos el puente y bajamos a una pista que nos lleva a la carretera y a la temible última subida, esa cuesta de casi un kilómetro que se nos atraganta a más de uno y en la que no puedo evitar ponerme a andar a pocos metros del final. 


Jesús sigue corriendo y termina por delante de mí. Miro el crono al terminar y me doy por satisfecho al haber tardado algo menos de la hora y cuarto que me había marcado. Al fin y al cabo este tipo de carreras no son mi fuerte. Habrá que esperar tiempos mejores.


Después de un rato de charla con el resto de corredores y de dar buena cuenta de la bolsa de corredor ponemos rumbo a la plaza del pueblo para recoger los premios que han obtenido nuestros campeones canteranos y vuelta a Jerte para cumplir con otra semana de entrenamientos y a preparar la próxima y última cita con la copa de este año, la III Subida a Los Campanarios de Casas del Monte. Allí estaremos!

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