lunes, 28 de enero de 2013

Grandes aventuras jerteñas:



De nuevo otro gran fin de semana por Jerte. Después de dos semanas en Salamanca y de haber visto de lejos, en foto, las montañas del valle nevadas, ya tenía ganas de volver a desgastar las zapatillas por estos maravillosos parajes que tenemos a la puerta de casa. El plan inicial para este sábado era subir al Torreón desde Jerte con el objetivo de marcar una ruta “fiable” y “cómoda” con vistas a futuras ascensiones pero la cantidad de nieve que se había acumulado durante la semana nos hizo cambiar el itinerario por la enésima visita al Collado de Las Yeguas. Al final ni una cosa ni la otra y, lo que comenzó como un entreno más, terminó convirtiéndose en una divertida, interesante y, en parte, peligrosa aventura en la Garganta Chica. Eso si, muy gratificante.


Salimos de Jerte el sábado por la mañana poco antes de las 9. El día comienza a asomar claro y limpio de nubes, muy diferente a lo que ya estaba siendo habitual por estos lares. La temperatura, óptima y agradable, anima a pasar una buena mañana de montaña. Yo con un mono increíble, rebosante de energía y ganas recuperar el tiempo perdido después de dos semanas conformándome con las pequeñas cuestas y el barro de salamanca y Fery con molestias en el estómago y las piernas un tanto rebeldes que no terminan de calentarse pero dispuesto a llegar donde haga falta.


La subida la hacemos, como ya es habitual, siguiendo el itinerario de la carrera de este año (para ir “aprendiéndonosla”, que toda ventaja es poca…). Yo me encuentro bastante fuerte pero voy controlando las piernas mientras el Fery se pelea con las suyas y sigue con las molestias estomacales. En poco más de media hora estamos atravesando Los Pilones y continuamos hacia el refugio parando a coger un poco de agua en la fuente que también se ha convertido en parada habitual en nuestras salidas. Reemprendemos rápido la marcha y continuamos hasta el cruce de la Garganta Chica. 


Yo me sigo notando muy bien esta mañana, decido mantener el ritmo y asciendo, sin parar de correr, la primera parte del sendero que lleva al Puente Carrascal mientras Fery, que sigue sin encontrarse del todo bien, cede y continúa andando. Cuando mis piernas llegan al límite y me hacen parar aprovecho para disfrutar del paisaje y sacar alguna foto de las montañas nevadas. Poco después nos reagrupamos y continuamos el ascenso andando. A mitad de camino hacia el Puente Carrascal, justo antes de comenzar la bajada, decidimos modificar la ruta que teníamos planeada para desviarnos por el camino que sube a la Majada del Piornalego.


El camino está bastante perdido durante algunos tramos pero muy cuidado y elaborado en otros. Sin mucha dificultad lo seguimos durante uno o dos kilómetros atravesando algunas zonas de incómodos y cerrados brezos y algún que otro arroyo hasta que llegamos a la majada. Los corrales de las cabras y la mayoría de las construcciones están en bastante mal estado debido al tiempo que llevan abandonadas pero la casilla principal está bastante bien y podría ser un buen refugio para cobijarse en alguna tormenta. Decidimos continuar por el camino para intentar llegar al Collado de Las Yeguas por esta parte de la garganta y bajar por la Ruta de Carlos V.


De nuevo nos encontramos con zonas muy cerradas de vegetación y con otras donde el camino está tan elaborado como la calzada que baja al Puente Nuevo. Debió ser un camino bastante transitado en otros tiempos. Atravesamos un bonito chorrero y continuamos por el sendero hasta llegar a una zona bastante cerrada en la que ya es muy trabajoso avanzar. Después de estar un rato barajando las distintas posibilidades decidimos, más por tiempo que por otra cosa, descender hasta la garganta para atravesarla y ascender por el otro lado hasta el camino que lleva a Los Escalerones.


La bajada a esta zona de la Garganta Chica es bastante complicada ya que el agua baja bastante encajonada entre paredes y laderas prácticamente verticales. Además, la vegetación es abundante y, al no haber apenas tránsito animal y mucho menos humano, se complica mucho el paso. Nos arrastramos entre los brezos hasta llegar a la garganta pero la fuerte corriente y las resbaladizas rocas nos impiden cruzarla con un mínimo de seguridad. Decidimos volver a trepar por la ladera hasta llegar a un paso que parece tener mejor pinta un poco más arriba. De nuevo volvemos a bajar agarrándonos donde podemos hasta llegar a la garganta. Esta vez parece que hay más posibilidades de cruzar.

 
Con cuidado para no resbalar aprovechamos una zona un poco más tranquila, con menos corriente y menos resbaladiza para cruzar por el agua helada. Al llegar a la otra orilla nos damos cuenta de que, al haber cruzado más arriba del punto por donde lo íbamos a hacer inicialmente, la subida hasta Los Escalerones se nos ha complicado bastante y por encima de nosotros tenemos una ladera muy vertical con bastantes tramos de resbaladizas rocas mojadas.


Nos ponemos en marcha rápidamente y vamos ascendiendo con cuidado trepando por las rocas agarrándonos a todos los salientes y vegetación que encontramos a nuestro paso. Las vistas son espectaculares y el hecho de que, seguramente, solo los animales hayan pisado estas laderas y rocas, le da ese puntito de aventura a la subida que la hace más especial. Poco a poco la pendiente se empieza a hacer menos pronunciada.


Por fin llegamos al camino de la Ruta de Carlos V. Estamos cerca de Los Escalerones pero ya es bastante tarde, ascendemos unos metros por el camino pero pronto decidimos dar la vuelta para volver a casa en un tiempo prudencial. La bajada la hacemos rápida y divertida saltando entre los arroyos y el barro que inundan el camino hasta el Collado de La Encinilla. Continuamos bajando aprovechando los innumerables atajos hasta la calzada que lleva al Puente Nuevo. Lo atravesamos y ascendemos hasta la majada de Alfonso para recorrer el sendero de La Venta y bajamos por El Reboldo hasta Jerte.


En total han sido unas 3 horas y media de salida. Como mucho habremos corrido dos horas y media, si llega, pero ha merecido la pena. Estas vistas, estas experiencias, estas “aventuras” que uno no se espera son las que nos hacen salir cada día a conocer nuevos caminos, a sentirnos libres, a disfrutar de una mañana de montaña. Eso sí, como le dije a Fery cuando trepábamos por las laderas de la garganta, menos mal que estas cosas no las ven las madres…

La tarde del sábado también resulta ser visual y mentalmente estimulante. Aprovechando que tenemos visita de unos amigos en casa decido acercarme con mis padres y con ellos a disfrutar de la Garganta de Las Nogaledas, en la vecina localidad de Navaconcejo. Parece increíble que, estando a tan sólo unos 10km de casa y, teniendo en cuenta que se puede empezar a disfrutar de esta ruta en menos de 5 minutos desde que se deja el coche, aún no hubiera ido a ver los espectaculares chorreros que adornan esta garganta. 


La visita es tranquila, llevamos con nosotros a dos niñas pequeñas y la recorremos tranquilamente, en familia, disfrutando del paisaje, de la ruta y de la compañía así que tampoco me centraré mucho en contaros los detalles. Solo recomendaré que, si aún no conoceis esta garganta, aprovecheis estos días en que baja bastante cargada de agua para visitarla, merece la pena. Os dejo unas fotos para que juzguéis vosotros mismos.

El domingo se supone que haría un día de perros a partir de medio día así que aprovecho la mañana para salir, esta vez en solitario, a estirar un poco las piernas y despedir el fin de semana, ¿cómo no?, por la Garganta de Los Infiernos. Por mucho que pisotee incesantemente estos caminos nunca me canso de ellos. Cada vez que los recorro parecen ser distintos. Esta mañana fresca y gris, con pequeñas nubes que se caen del cielo sobre las montañas, le da un encanto especial a los senderos de la reserva. El itinerario elegido para esta mañana es el, ya clásico, ascenso desde Los Pilones al Puente Carrascal volviendo por el Puente Nuevo hasta el Refugio, atravesar la Garganta Chica y volver por Los Pilones hasta Jerte. El itinerario perfecto para disfrutar los grandes tesoros de la reserva en un solo trazado.


En total unos 18km con un ritmo tranquilo y disfrutón, centrándome más en el paisaje y las sensaciones que siente mi cuerpo que en los ritmos, tiempos o distancias. Es uno de esos días grises que le ponen a uno melancólico y el entrenamiento se convierte en una especie de conversación con uno mismo. Es uno de esos días en los que uno va corriendo pero está más concentrado en la temperatura que hace, en el sol que aparece tímidamente entre las nubes para iluminar un pequeño tramo dejándonos ver nuestra propia sombra anticipándose a nuestros pasos o en lo fría que está el agua al atravesar la garganta y hace que un escalofrío recorra por completo nuestro cuerpo. Es uno de esos días en los que uno se da cuenta de la belleza que le rodea y de la suerte que tiene de poder disfrutar de estos parajes para correr, andar, trepar, nadar, ver, oir, oler, sentir… En fin, es uno de esos días para recordar pero ahora es momento de dejar de volar y volver a empaparse de cruda y triste realidad. El fin de semana que viene más y mejor.

lunes, 21 de enero de 2013

Tregua ciclogénica en Salamanca:



Otro fin de semana en Salamanca y este, además, con “ciclogénesis explosiva” incluida (con ese nombre parece que se fuera a acabar el mundo). Después de una semana deportivamente tranquila (una salida a ritmo y otra de cuestas sin más), el sábado tocaba quedarse en casa a disfrutar de la lluvia que, al final y contra pronóstico, no llegó hasta medio día por lo que podría haber salido un ratillo por la mañana a estirar las piernas. Como al final no lo hice, decidí aprovechar la mañana sin lluvias del domingo para intentar hacer una tirada larga que me aproximara a la distancia del maratón y comprobar, por fin, si sería capaz de terminarlo sin tener que pararme a andar como me pasó en Torrejoncillo a finales de septiembre. Al final el recorrido elegido se quedó en 40km y, a pesar de haber llegado algo tocado, puedo considerar sacada aquella espinita de Los Artesanos.

El sábado por la noche terminé acostándome más tarde de lo esperado y cuando suena el despertador el domingo estoy profundamente dormido. Después de desayunar espero algo más de una hora para hacer la digestión antes de salir y me noto pesado y somnoliento. La cosa no empieza demasiado bien. Después de luchar contra la pereza durante una hora y pico me cambio y me pongo en marcha. Son las 9 de la mañana, la mañana está fresca pero las nubes están altas y parece que el viento ha dado un respiro. Recorro las calles del centro de Salamanca con pinta de corremontañero ante la mirada de madrugadores y trasnochadores mientras caliento las piernas en dirección al Puente Romano y al Camino de Santiago para comenzar el reto.


Ya por el Zurguén noto que las piernas no responden como esperaba y me pesan demasiado. Parece ser que no están muy de acuerdo con lo de salir de casa esta mañana. El barro que se forma en estos caminos después de las lluvias no ayuda mucho y continuamente pierdo tracción al resbalar o quedarme pegado al suelo. Poco a poco voy dejando atrás Salamanca y me adentro en los incómodos barrizales que hay tras pasar el barrio del Zurguén. Aprovecho los bordes del camino intentando evitarlos para no desgastarme antes de tiempo. Al fondo, el sol ilumina las nubes, sin atreverse a asomar completamente. 


Por fin dejo atrás los primeros tramos de barro y comienzo a pisar tierra algo más firme a medida que me acerco a Aldeatejada. Al llegar al teso me encuentro con mi primera bajada, también bastante llena de barro ya que, habitualmente, nace algo de agua en la bajada. Mantengo el ritmo lento y constante que he traído durante la subida para no forzar las piernas pues aún me queda mucho camino por delante. 


Me cruzo con un par de personas que suben la cuesta en bici peleando contra el pegajoso barro salmantino. Poco después me adelantan tres o cuatro chavales con sus motos de trial (ellos sí que parecen disfrutar del barro y los charcos). Continúo mi camino con paso firme. Parece que las piernas por fin han empezado a funcionar y ahora solo tengo que concentrarme en seguir adelante sin pararme, disfrutando del paisaje. Detrás de mí viene otro chico en bici que me acompañará durante los siguientes 5 o 6 kilómetros. Recorremos prácticamente juntos el largo sube y baja por infinitos campos de cereales separados por unos metros de distancia.


Después de haber recorrido unos 12 o 13 kilómetros por fin llego a una zona donde la pista se estrecha un poco y aparecen las primeras encinas para alegrar un poco el paisaje (no es gran cosa pero, comparado con un infinito y despoblado campo donde apenas está empezando a asomar el trigo, cualquier cosa alegra la vista). Primera parada para beber y comer algo. Aprovecho para sacar un par de fotos y rápidamente continúo con el camino para mantener las piernas en funcionamiento. 


De nuevo atravieso otra zona de barro y charcos, esta vez algo más llevaderos pues ahora solo resbala y no se queda pegado a la suela de las zapatillas (es muy incómodo correr como si te pesaran los pies 3kg cada uno). Al fondo se ve Mozárbez. Bajo por una larga recta hacia el pueblo pero me desvío a la derecha para poder continuar unos kilómetros más. La subida, también bastante embarrada, se me hace eterna pues hace aparición el siguiente protagonista de la jornada y empiezo a notar bastante viento en contra. Agacho la cabeza y avanzo lentamente hasta la parte de arriba.


Desvío de nuevo hacia la izquierda para continuar con una bajada donde el barro vuelve a ser extremadamente pegajoso y resbaladizo. Continuamente tengo que salirme del camino para que se suelte de las zapatillas. A mi izquierda un improvisado circuito de trial. Poco a poco la bajada se convierte en subida y el barro me da un respiro hasta llegar al siguiente cruce. Tomo el desvío hacia la izquierda, esta vez se trata de una pista más transitada y con mejor firme. Por fin un buen terreno donde trotar pero las piernas empiezan a notar los esfuerzos del camino y me lo tomo con calma.


Continúo por esta pista durante un par de kilómetros donde casi todo es bajada hasta llegar a una carretera comarcal. A mi derecha, siguiendo la carretera, la urbanización de Las Carretas. Miro el GPS, llevo 20km, creo que es buen momento para darse la vuelta. No me apetece pisar asfalto, los que somos de campo somos de campo. De nuevo un traguillo de agua, un gel para el cuerpo y en marcha. El camino de vuelta va a ser más duro de lo que esperaba ya que, además del cansancio acumulado y del barro, esta vez tendré que luchar contra pequeñas rachas de viento durante la mayor parte del trayecto.


Empiezo a notar las piernas bastante cansadas a partir del km 25 y noto dolor en la cadera y las ingles. Intento disfrutar del paisaje que, a pesar de no ser espectacular, tiene su encanto en un día tan gris. Las nubes empiezan a volverse más oscuras y el viento se vuelve más fuerte, no tardará en llover. Continúo mi camino haciendo volar mi imaginación con la música, con el paisaje y con las sensaciones en un intento por olvidar el dolor que ya empieza a aparecer mientras continúo corriendo como un autómata. Atrás quedó la larga recta de barro rojo donde tuve que luchar para despegarme del suelo, las vacas que trotaban por las dehesas a mi paso junto a sus terneros y  un grupo de ovejas (con oveja negra incluída) que disfrutaban, tumbadas tranquilamente, del almuerzo mañanerno.


Llego de nuevo a la bajada que da vistas a Mozárbez y tomo el desvío hacia la izquierda para enfrentarme a la subida más larga de la vuelta con bastante aire en contra. El dolor de piernas se va incrementando poco a poco y el ritmo se resiente. La subida se me hace eterna. Me cruzo con otro grupo de chavales que pasan con sus quads a toda velocidad llenos de barro. Por fin llego arriba y no sé qué es peor ya que, en las bajadas, al tener que ir frenando, noto un dolor más intenso que en las subidas.


Sigo intentando distraerme con el paisaje y la música mientras evito las zonas con mucho barro para no añadir más dificultades al cansancio y el viento. Poco más adelante un par de mastines salen a “saludarme” y me regalan un buen subidón de adrenalina que me hace olvidar las piernas durante un rato. A mi derecha dejo el desvío que lleva a Miranda de Azán y atravieso un pequeño puente por el que pasa un arroyo. Me estoy acercando a Aldeatejada y ya veo más cerca el final (12km). Aún así el dolor de piernas cada vez es más intenso y el terreno vuelve a ponerse de nuevo bastante húmedo y difícil. Continúo avanzando. Ya queda poco.


Al llegar a los pies del teso de Aldeatejada tengo que enfrentarme a su larga subida que, aunque bastante tendida, es complicada debido al pegajoso barro. Me anima pensar que, al completarla, ya todo será bajada hacia Salamanca. Llego arriba y puedo ver la silueta de la ciudad al fondo tras la cruz de los peregrinos. Por delante unos 7km de barro y pequeños arroyos pero ya casi he llegado. Las piernas me duelen bastante y, a pesar de parecer vacías, continúan trabajando con paso lento pero firme. En estos momentos hay que tirar más de cabeza que de piernas así que me doy ánimos a mí mismo y sigo adelante con la determinación firme de no parar hasta el final.


Por fin llego a Salamanca. Atravieso el Zurguén concentrado en dar continuamente un paso más. Ya no puedo parar, he llegado. Atravieso el puente romano lleno de barro entre multitud de personas que aprovechan para dar un paseo antes de que vuelva a llover. Asciendo por el antigüo barrio chino luchando contra el dolor de piernas. Me adentro en las calles del centro hasta llegar a la fuente donde inicio y termino los entrenamientos. Me dejo caer sobre ella al finalizar el recorrido.  Poco después comienza a llover mientras estiro. Objetivo cumplido.


Al final han sido 40km de barro, dolor de piernas y viento en contra en algo menos de 4 horas. Necesitaba saber que sería capaz de hacerlo. A pesar de no haber sido montaña pura y dura y de no haber completado los 42km ahora ya puedo considerar esa espinita del Maratón de los Artesanos sacada puesto que esta vez al menos no he tenido que andar en ningún momento. Por fin he visto el famoso “muro” de los 30km (el mi caso apareció a los 25) y he conseguido saltarlo para continuar mi camino. Superado este reto ahora sólo queda descansar y preparar el próximo.
 

lunes, 7 de enero de 2013

¿Qué has pedido a los reyes? Montaña y Nieve!!:


Después del atracón navideño toca pararse a recordar lo acontecido en estas últimas dos semanas en las que he ido bajando poco a poco el rendimiento en cuanto a intensidad y subiendo cada vez más el nivel de disfrute montañero que, al final, es lo que importa.


La semana posnavideña la arranqué con ganas, con la intención de mantener el volumen de entrenamientos que había alcanzado la semana anterior pero al final todo quedó en el intento y tuve que conformarme con unos 75km ya que las piernas no dieron para más la víspera de nochevieja y tuve que "castigarme" con dos días de descanso para recuperar. Después del atracón que supuso aquel entreno hasta el puerto de Piornal con Luis y de descansar un día entero comencé la semana con entrenos de ritmo bastante lento ya que las piernas tardaban bastante en arrancar debido al frio y al cansancio acumulado de la semana anterior.


Decidí que era momento de disfrutar de los entrenamientos y con esa máxima fui pasando la semana. La idea era mantener la distancia de 15-20km por salida, alternando rutas y direcciones para no aburrirme por hacer siempre lo mismo, saliendo unos días solo, otros días acompañado, unos días subía por Los Pilones hasta el Puente Carrascal, otros bajaba por el Puente Nuevo a Los Pilones, otro día engañé al Fery para subir hasta Los Escalerones y otro día aproveché para volver a enseñar el recorrido de la carrera con Javi y Jesús que aún no conocían el trazado completo. Pero llegó el día en que las piernas dijeron “basta” y parecía que la batería se les había agotado por completo obligandome a tomarme de descanso el día de Nochevieja y el de Año Nuevo. Aún así una semana bastante productiva y disfrutona.


El año nuevo me pilló en fase de recuperación y prioricé las sensaciones de disfrute montañero sobre los beneficios del volumen de entrenamiento. Ahora no se si fué una excusa de mi cuerpo para recuperarse en condiciones o simplemente la mente y los sentidos necesitaban darse un gustazo y olvidarse de kilómetros y desniveles acumulados. El día 2 de enero aprovechamos el buen tiempo que haría esta última semana de vacaciones para visitar la Laguna Grande de Gredos y disfrutar de la nieve. Fué una visita bastante “familiar” junto a mi padre, Juan Ramón y Dani, a ritmo muy tranquilo y con la única intención de disfrutar de un día de montaña. 


La climatología nos salió fabulosa, fresquito por la mañana (aunque sin frío) y un  cielo azul radiante con un sol bastante agradable a medida que avanzaba el día. Pudimos disfrutar de las maravillosas vistas del valle de la Laguna Grande cubierto por una fina capa de nieve que aún no se había congelado en la mayoría del trayecto y nos permitió disfrutar del camino. Por allí andaban los hermanos Cano intentando abrir una nueva vía en el Ameal de Pablo con los de tecnificación de la FEXME. Nosotros, con un espíritu más “excursionista” ese día, nos conformamos con comer algo en el refugio y volvernos para casa, eso sí, aprovechando las indicaciones de Juanjo para parar en Hoyos del Espino a comer una suculenta ración de oreja!


Durante el camino fuimos sacando mil fotos pues las vistas eran espectaculares y grabamos algunos vídeos a lo Kilian haciendo el tonto y corriendo por distintos tramos del sendero nevado, gozando del espléndido tiempo que nos hizo, del maravilloso paisaje y de la relajación que supone un día de montaña en buena compañía sin ningún otro objetivo que disfrutar al máximo de las vistas y las sensaciones.


Al día siguiente aún notaba las piernas algo cansadas y una leve molestia en la pierna derecha por un resbalón mientras grabábamos una bajada corriendo por el sendero así que me lo tomé de descanso (porque yo lo valgo). Ya por la tarde empecé a sentir una mezcla de mono y remordimientos por no haber salido a entrenar así que, sin apenas darle muchas vueltas al asunto decidí realizar, el sábado, la travesía de Candelario a Jerte. 


Me pareció un buen broche para cerrar las vacaciones de navidad después de que el mal tiempo frustrara nuestro anterior intento de unir las dos localidades. Se lo comenté a Fery por si se animaba pero trabajaba ese día así que empecé a plantearme hacerlo en solitario. La idea de hacerlo solo no tuvo mucha aceptación aunque yo estaba convencido de que no habría mucho problema ya que apenas se veía nieve en la sierra y climatológicamente el tiempo sería inmejorable (además de que conocía la zona). Por suerte, ya en el pueblo, me encontré con Jose, le comenté la idea y se animó a acompañarme así que me sacó las castañas del fuego y me permitió darme un gustazo para despedir las navidades.


El viernes salí a correr un par de horas, a ritmo muy tranquilo, con ganas de disfrutar del fresquito y de las vistas mientras pensaba en el recorrido que seguiríamos al día siguiente, las posibles dificultades, los tiempos y el equipo necesario. Esa tarde tocó preparar la mochila para el día siguiente y acostarse pronto para estar listo a las 6 menos cuarto. A las 7 de la mañana tomaríamos la salida de la Plaza del Humilladero de Candelario con dirección a Jerte. La mañana se presentó fresquita y, aunque había una buena helada, no hacía excesivo frio. 


Sin entretenernos demasiado, a las 7 en punto, comenzamos a ascender por las calles de Candelario. Para Jose era su primera vez corriendo en esa zona, la primera vez en correr con el frontal por la montaña y la primera vez en subir a la sierra del Calvitero y sus alrededores por lo que estaba claro que, al menos, los dos íbamos a disfrutar bastante de la experiencia. Al dejar atrás las calles y comenzar a ascender por los senderos y cortafuegos que nos llevarían a las plataformas podíamos disfrutar del brillo de la helada a la luz del frontal y del crujido del suelo congelado a nuestro paso. 


Pronto tuvimos que dejar de correr para continuar el ascenso andando a buen ritmo por los cortafuegos. Comenzó a amanecer cuando ya pisábamos nieve (más bien hielo ya que estaba totalmente congelada) al alcanzar la cuerda del Calvitero. Continuamos andando por la cuerda dejando atrás las zonas más congeladas y disfrutando ahora de una pisada más segura en las zonas cubiertas de nieve. La parte superior de ésta estaba congelada por las bajas temperaturas de las últimas noches lo que hacía que se hundiera bajo nuestro peso marcando la huella de nuestros pasos. 


Primera parada en el monolito de El Calvitero. He tenido que subir varias veces por la vertiente de Candelario para encontrarlo (por lo visto siempre me desviaba siguiendo los hitos hacia la izquierda y lo dejaba a un lado, además, siempre había subido con niebla). Unas fotos y primer “minirespostaje” antes de continuar. El sol ya salía por el horizonte y despertaba un día espléndido.


Continuamos nuestro camino hasta dar vistas al valle de las Lagunas del Trampal que estaba precioso bajo la nieve, con las lagunas completamente heladas y el sol brillando entre las cumbres de la cresta de La Ceja. Seguimos avanzando con cuidado pues el viento había limpiado el polvo de la nieve y volvíamos a trotar sobre grandes capas de hielo que nos dieron más de un susto. 


Poco después ascendimos hacia el Canchal de La Ceja intentando evitar las zonas de hielo y aprovechando al máximo las rocas que encontrábamos por el camino para no resbalar. Alcanzamos su cima cuando la nieve ya reflejaba con fuerza el sol radiante que nos saludaba en la zona más alta del recorrido. Al fondo un hermoso mar de nubes cubría el Valle de La Vera y podíamos ver a nuestro alrededor los valles del Trampal, del Ambroz, del Jerte y de La Vera, además de la dar vistas a las tres provincias: Cáceres, Ávila y Salamanca. El paisaje estaba completamente salpicado de nieve y las montañas adornaban el paisaje como un perfecto marco.


Trotamos hacia las Agujas de Hoyamoros con mucho cuidado durante las bajadas para evitar resbalones que, ahora, podrían ser fatales. Ibamos disfrutando de las vistas y de las magnificas formaciones rocosas que hay en esta zona de la sierra, del increíble paisaje del valle de Hoyamoros nevado y de lo pequeño que se siente uno al compararse con estas enormes moles de roca.


Después de ascender de nuevo y de dar vistas al Torreón llegamos al complicado Paso del Diablo que pudimos pasar gracias a que está equipado con una cadena de apoyo. Para Jose, evidentemente, era su primera vez y el hecho de que hubiera tanto hielo lo hacía más emocionante y peligroso. Descendimos con cuidado ayudados de la cadena intentando no pisar el hielo y por fin llegamos al Torreón, el punto central de nuestro recorrido.


Paramos un rato para sacar algunas fotos pues el paisaje era espectacular y no hacia nada de frio. Repusimos fuerzas y nos pusimos en marcha con el descenso hacia Jerte pues íbamos con algo de retraso con respecto a los planes iniciales. Ahora comenzaba la auténtica aventura pues los caminos de La Nijarra apenas están transitados y son difíciles de encontrar y seguir. Además, durante los primeros tramos de bajada desde la cuerda del Torreón hacia La Nijarra la capa de nieve era más espesa y nos hundiamos hasta la rodilla, lo cual no habría sido mucha molestia si no fuera porque la capa superior se había helado y al hundir las piernas nos cortaba como un cuchillo.


Con las piernas llenas de cortes y arañazos fuimos avanzando lentamente buscando siempre las zonas con la nieve menos profunda y evitando los carabones. Nos desviamos en exceso hacia la zona del Valle del Ambroz y, para poder volver hacia Majada Reina, tuvimos que atravesar un largo mar de carabones. A pesar de lo incómodo que resultó y de los contínuos arañazos fué mejor opción que atravesar la nieve helada y, poco después, estábamos trotando ladera abajo saltando entre los arroyos y buscando el camino hacia los Chozos de La Nijarra.


La idea era encontrar rápido el camino y seguirlo hasta los Chozos pero no había manera de dar con los hitos y terminamos haciendo gran parte del descenso campo a través, o más bien arroyos a través, saltando por los canchales, descendiendo riscos y trepando por los brezos hasta que por fin lo encontramos cuando ya dábamos vistas al chozo. Podríamos haber tardado bastante menos y haber hecho el camino más corto y cómodo si lo hubiéramos seguido desde La Nijarra pero así tuvo más emoción (excusas).


Poco después de pasar el chozo pudimos llamar a casa para avisar de que íbamos a tardar más de lo esperado ya que la mayor parte del recorrido la tuvimos que realizar andando debido al hielo, a la nieve congelada y a la dificultad por encontrar el camino de La Nijarra. Además mi rodilla llevaba unos días molestándome y no me permitía trotar a buen ritmo en las bajadas tan técnicas. 


Con unas preciosas vistas del valle cubierto por una pequeña capa de niebla/humo y con los cerros que forman la Garganta de Los Papúos a nuestra derecha continuamos la bajada siguiendo el camino hacia el Cerro de Las Gavias donde esta vez conseguí encontrar la trocha que nos llevaría hacia Los Chisteros y el Prado del Gasco. Allí nos encontramos con una pareja de Cabezuela con la que estuvimos charlando un rato y decidimos descender trotando por la pista del Palero hasta Jerte Natura. Como estaba cerrado saltamos la valla para atravesarlo y, por fin, alcanzamos la pista de Los Papúos por la que descenderíamos hasta Jerte.


Llegamos a la plaza de Jerte después de más de 7 horas y media de aventura montañera, con gran satisfacción por haber realizado por fin la travesía disfrutando, además, de un fabuloso día de montaña con un tiempo inmejorable y unas vistas increíbles. La única pega que podíamos encontrar era que apenas habíamos podido correr debido a lo malo que estaba el camino pero la experiencia mereció la pena con creces. Ahora tocaba recuperar fuerzas con una buena ducha y comer algo antes de volver a recoger el coche que habíamos dejado por la mañana en Candelario. 


Despedida de las vacaciones de navidad a lo grande con dos días de auténtica montaña y nieve que, aunque no hayan supuesto un gran entrenamiento en lo que a carrera se refiere sí que ayudan mucho para recuperarse mentalmente y volver a reencontrarse con la montaña de tú a tú y disfrutarla al máximo para guardar buenos recuerdos en la memoria ahora que hay que volver a la ciudad. Esta última semana ha sido un buen regalo de reyes.

  • Montaje con los videos que me grabó Dani durante la visita a la Laguna de Gredos: