Bueno pues por fin llegó el
momento de vivir la Experiencia (con mayúsculas porque la ocasión lo merece) de
este 2013. La espera ha sido larga, la preparación intensa y los cambios que ha
“sufrido” mi cuerpo también han sido notables. Por primera vez he tenido que
tomarme en serio lo de entrenar y alimentarme. ¿Lo peor de todo? Que, una vez
ha llegado, ha pasado volando. La X Travesera Integral de los Picos de Europa
ya es agua pasada y podemos decir que
hemos superado la prueba con éxito. Mi debut en ultratrail (no deja de sonar
muy americano) no ha podido tener mejor sabor y estoy seguro de que he elegido
bien la prueba en la que dar este salto cuantitativo y cualitativo. Por mucho
que intente explicaros la espectacularidad de los paisajes de Picos de Europa
y, en especial, del recorrido de la Travesera me quedaría sin adjetivos antes
de darme por satisfecho. Lo mismo podría sucederme si intentara expresar la
dureza y la tecnicidad de esta carrera (que más que una carrera es un reto personal
para la mayoría de los participantes) o la ilusión y el entusiasmo con el que
la viven los cabraliegos.
La Travesera Integral de los
Picos de Europa es algo más que una carrera por montaña de larga distancia
(74km de longitud y 13000m de desnivel acumulado pueden dar una idea aproximada
de lo que allí nos encontramos pero os aseguro que se queda corto). No es la
típica prueba al uso que se puede hacer corriendo en su mayoría. Este año el corredor
profesional del equipo Salomon Iker Karrera ha batido el récord de la prueba
con un tiempo de 11 horas y 2 minutos. Los mortales hemos completado el
recorrido bastante lejos de ese tiempo y, en particular Luis y yo, hemos
terminado en poco más de 20 horas después de haber vivido todo tipo de
experiencias y sensaciones y, sorprendentemente, haciendo los últimos 10km a un
ritmo bastante alto en una bajada bastante técnica por una resbaladiza calzada
romana. Pero bueno, empecemos por el principio.
Me gustaría hacer una
pequeña introducción para que os hagáis una idea de lo que ha supuesto terminar
esta carrera para mi (además, personalmente, creo que en muy buenas
condiciones, habría seguido adelante si hubiera sido más larga). Pensad que a primeros
de 2012 me costó un trabajo enorme y más de una semana de agujetas terminar mi
primera media maratón por montaña. Siete u ocho meses después terminaba,
cojeando pero entero, mi primer maratón por montaña en Torrejoncillo. Año y
medio más tarde he sido capaz de llevarme por delante una de las ultras más espectaculares,
duras y técnicas de España. Además, para mí ha sido especial haber hecho todo
este recorrido “ultrero”, en el espacio y en el tiempo, junto a un gran amigo y
gran persona como es Luis. Él me metió el gusanillo de correr por las montañas,
él ha sido el que me ha empujado a ir cada vez más lejos y el que este año,
tras ser superado por el alumno, lo ha dado todo para llegar juntos al final de
esta aventura. Él ha sufrido más que yo (seguramente si yo tuviera trabajo y un
par de niños pequeños como él, habría sido todo muy diferente) pero ha sabido
superarse y terminar con la cabeza bien alta así que no puedo hacer otra cosa
que darle las gracias por todo este tiempo que hemos compartido juntos y espero
que la cosa no quede aquí y aún compartamos otras muchas aventuras.
El viernes comienza temprano
para mí. A las 6 menos cuarto de la mañana, como suele pasar en temporada de
cerezas. Este fin de semana la cosa sería distinta. Después de desayunar y de
comprobar más de 4 veces que llevo todo lo necesario y que no me dejo nada en
casa me pongo en camino hacia tierras asturianas a las 6:45 de la mañana. El
viaje transcurre sin problemas que destacar salvo una pequeña pérdida en
Torrelavega que me hace demorar la llegada algo más de una hora. Del viaje me
gustaría destacar que desde el final de Palencia hasta Arenas de Cabrales
podría ser feliz viviendo en cualquiera de los lugares por los que paso.
Sencillamente espectaculares.
Al llegar a la zona de
Cabrales quedo con Luis en Poo de Cabrales para recoger el dorsal, la bolsa de
corredor y pasar el control de mochila y material obligatorio (solo me falta el
vaso). Nos vamos para casa a comer un poco y una terrible migraña amenaza con
hacerme pasar una buena tarde (mi subconsciente me dice que estoy nervioso por
la que se nos viene encima aunque aparente no estarlo). Nolotil para el cuerpo
y, después de comer unos buenos espaguetis a la carbonara, hacemos un intento
de dormir un poco la siesta. Ninguno de los dos lo conseguimos.
Por la tarde
damos un paseo para preparar los últimos detalles y comprar las rosetas para
los bastones de Luis y mi vaso para los avituallamientos. Él se tiene que ir a
Torrelavega mientras yo asisto a la reunión de presentación de la prueba. De vuelta al apartamento llamadas a
Marga y a casa para “despedirme” del mundo exterior a la travesera y una rápida
duchita. Me pongo el traje de superman (digo de corredor) y cenamos rápido los espaguetis
que sobraron de mediodía antes de salir disparados hacia la plataforma de El
Repelao donde se dará la salida a las 00:00h.
Después de un rato dando
tumbos por entre la multitud conseguimos que nos quiten las bridas de la
mochila que nos pusieron en el control de material y nos ponemos a la cola en la
salida. Como buenos principiantes, a pesar de que Luis es la segunda vez que
empieza, nos ponemos al final. Indicaciones de última hora por parte de la
organización y comienza el espectáculo. Los primeros metros andando, hay demasiada
gente. Poco después comenzamos a trotar a lo largo del primer kilómetro de
carretera hacia el Santuario de la Virgen de Covadonga. Luis me advierte de que
en breve se formará un tapón increíble. Pensaba que exageraba pero, en menos de
un kilómetro, dejamos la carretera para adentrarnos en un sendero bastante
estrecho y vertical inundado de barro en el que, durante unos 30 minutos
tenemos que pelearnos para avanzar unos metros (algo así como las colas de un
concierto). Cuando por fin podemos dar
por comenzada la carrera yo ya he perdido una de las rosetas de mis bastones
(poco después perdería la otra).
Comenzamos el ascenso hacia
la Vega del Lago Enol bajo una noche limpia y estrellada pero con luna nueva.
Apenas podemos disfrutar del paisaje salvo por lo que alumbren nuestros
frontales. La serpiente de luces rojas que llevamos por delante y luces blancas
que llevamos por detrás es la que guía nuestros pasos por los técnicos senderos
embarrados. A veces trotando, la mayoría de las veces andando, vamos
recorriendo los primeros kilómetros de la travesera. Por ahora el desnivel es
llevadero (aunque bastante por encima de lo que estamos habituados en
Extremadura). Luis lleva un ritmo constante, yo soy más de ir pegando tirones
para calmar los nervios y tengo que esperarle de vez en cuando. Poco a poco
vamos llegando a lo alto de la primera subida y trotamos hasta el primer
avituallamiento a orillas del Lago Enol (que no vemos por ningún lado puesto
que, como dije antes, la noche es bastante oscura sin luna. Bebemos algo y
continuamos con una pequeña bajada de unos 3-4km por pista en la que podemos
correr a un ritmo bastante cómodo. Me dejo ir hacia adelante disfrutando de la
pendiente en descenso y, antes de comenzar de nuevo la subida espero a Luis
para hacerla juntos. Comienza lo bueno.
La subida hacia el Jou Santu
comienza con una técnica subida por senderos de rocas y barro que, poco a poco
se va haciendo cada vez más empinada. Configuramos un pequeño grupo de 4 corredores
que haremos el ascenso juntos. Poco después comienzan a aparecer los primeros
neveros y hay que tirar de crampones por seguridad (a pesar de que la noche es
cerrada y apenas se ve lo que queda fuera de las luces del frontal podemos ver
caídas bastante verticales a nuestra izquierda nevero abajo y hay que extremar
las precauciones para evitar cualquier accidente. Continuamos el ascenso por el
nevero “vigilados” cada pocos metros por voluntarios que se aseguran de que
todo va bien. Algunos deben estar pasando más frio que nosotros y sus ánimos
nos empujan hacia arriba. Después de casi 5 horas de ascenso coronamos Jou Santu
y comenzamos una travesía por la nieve rodeados de majestuosas paredes de roca
a nuestro alrededor con enormes lagunas nevadas a nuestros pies y conseguimos
llegar al inicio de la larga, dura y muy técnica bajada hacia Caín.
Comenzamos el descenso por
el nevero, aún son necesarios los crampones para evitar resbalones y tenemos
nuestra primera experiencia de culo-ski (bajar sentados sobre la nieve como cuando
éramos pequeños pero sin saco, directamente sobre las mallas) en la bajada y la
alternamos con saltos por la nieve y frenazos que, poco a poco, van tocándome
la rodilla. Unos kilómetros más abajo dejamos atrás los neveros y podemos
prescindir de los crampones. Comenzamos una bajada muy técnica hacía el pueblo
de Caín por la Canal de Mesones en la que, de vez en cuando, ruedan piedras
ladera abajo al paso de los corredores (por eso Luis lleva casco). Mi rodilla
empieza a resentirse demasiado y empiezo a tener miedo sobre las consecuencias.
Sigo bajando más despacio siguiendo los pasos de Luis. Legamos a la primera
parte realmente comprometida de la carrera en el paso de Sedo Mesones, un
pequeño paso por rocas humedecidas con una peligrosa caída vertical a la
derecha de varios metros de altura. Superado este paso continuamos la bajada
trotando hacia el pueblo donde tenemos nuestro primer control de paso.
Llegamos al avituallamiento
y control de Caín (unos 30km) a las 6:40 horas de la mañana (casi una hora por
delante del cierre del control). Nos reciben con un buen caldito caliente que
nos sabe a gloria (y nos quema la lengua varias veces). Personalmente me sienta
como comerme un cocido pero sin comer. Rellenamos las botellas con agua y
bebida isotónica, nos hacemos la foto de rigor para enviar al grupo de whatsapp
que hemos preparado para ir informando y tranquilizar a familiares y amigos y
nos ponemos en seguida con la larguísima y preciosa subida a la Horcada de
Caín. Los primeros kilómetros transcurren por un sinuoso sendero que asciende
bastante vertical hacia otro paso que hay que tomarse con mucho respeto: una
trepada por rocas totalmente vertical con una caída bastante grande a nuestras
espaldas. Un resbalón en este paso podría ser fatal.
Una vez superado este paso
continuamos ascendiendo por el sendero recorriendo preciosas gargantas y
verticales canales de roca suelta que ha dejado la nieve a su paso. Llegamos a
otro paso comprometido. Esta vez la subida también es vertical y con una gran
caída a nuestras espaldas pero está asegurado con cuerda puesto que en lugar de
ascender por rocas hay que ascender por tierra suelta y vegetación y es más
fácil resbalar. Cuando inmortalizo este paso con una foto a Luis es cuando me
doy cuenta de que mi móvil lleva sin cobertura la mayor parte de la carrera y
que la imagen “tranquilizadora” de nuestro paso por el control de Caín no se ha
enviado aún (¡¡son las 9 de la mañana y nadie sabe nada de nosotros aún!! Seguro
que más de una ya está preocupándose un poquillo, o al menos eso esperamos. Por
suerte Luis si tiene cobertura y puede informar de que estamos bien).
El resto del ascenso hacia
la Horcada de Caín se hace muy largo pero las vistas premian el esfuerzo. Yo
sigo con mis tirones ascendiendo (subo mejor que bajo) y parece que mi rodilla
se ha recuperado completamente del susto de la anterior bajada. En uno de esos
momentos en los que espero a que Luis llegue donde estoy le comento que el GPS
debe estar estropeado porque llevamos ascendiendo una eternidad y según él no
pasan los kilómetros. Las subidas de la Travesera no tienen nada que ver con
las del resto de carreras en las que he participado. Esta carrera tiene más que
ver con el alpinismo que con el atletismo (y quizá eso sea lo que más me ha
gustado de la experiencia).
Llegando arriba atravesamos el mar de nubes que nos
acompañará todo el día. Por encima de éste luce un sol radiante y vamos
encontrándonos con algunos corredores con los que compartiremos varios tramos
de lo que nos queda de carrera. Junto a ellos, haciendo la cuerda, tirando unas
veces ellos y otras nosotros coronamos la Horcada y nos adentramos en un
precioso valle nevado por el que, tras una bajar y subir un par de canales
totalmente nevadas nos encontramos con el Picu de frente presidiendo el paisaje
y centrando la atención de todas las miradas, las cámaras y los móviles de
cuantos vamos pasando por su lado.
Tras las típicas fotos de
rigor con el Uriellu al fondo continuamos el descenso por la canal hacía el
Refugio de la Vega de Uriellu donde pasaremos el segundo control y tendremos el
tercer avituallamiento de la carrera. Conseguimos llegar al control a las
11:10h (una hora por debajo del cierre del control). Nos ponemos hasta arriba
de comer (al menos yo), tomamos otro par de calditos que vuelven a sabernos a
gloria, nos hidratamos bien y rellenamos las botellas para tener buena reserva
pues el sol ya aprieta y vamos a necesitarla.
Enviamos de nuevo la foto de
rigor para avisar de nuestro paso en tiempo por el segundo control y nos
ponemos en marcha de nuevo para no perder más tiempo. Poco más abajo vemos
pasar a algunos participantes de la Traveserina (ellos paran menos que nosotros
en el control, su carrera es a otro ritmo).
Rodeamos el Urriellu y
comenzamos el ascenso de la Collada Bonita. A mi parecer, uno de los ascensos
más espectaculares de la carrera. La subida eterna por una canal nevada
siguiendo los escalones que han formado las pisadas de todos los corredores que
pasaron por delante de nosotros con el Urriellu enorme presidiendo toda la
subida a nuestra derecha. No tengo palabras para explicarlo y, lamentablemente,
el móvil se quedó sin batería durante el ascenso y no pude inmortalizar el
momento así que me he permitido la licencia de “robar” una foto del facebook de
Montaña Montaña (http://montagnamontagna.wordpress.com)
para
que podáis haceros una idea.
Una vez arriba de la Collada
Bonita tenemos el culo-ski más extremo de toda la travesera. Asegurado con
cuerda por la pendiente tan elevada que tiene nos metemos literalmente en un
kamikaze (ese tobogán recto tan alto y empinado de los aquaparks) de nieve en
el que, aún agarrándonos con las dos manos a la cuerda, somos incapaces de
reducir la velocidad de vértigo que alcanzamos en la bajada. Si no fuera por
esta modalidad de bajada, seguramente mis rodillas habrían vuelto a quejarse
bastante.
Una vez llegamos abajo de la canal nos toca alternar tramos de
culo-ski con bajadas saltando entre la nieve pero esta vez me apaño para hacer
las frenadas siempre con la pierna derecha manteniendo a salvo mi rodilla
izquierda y puedo permitirme aprovechar la nieve blanda para bajar a buen
ritmo. Dejamos atrás los neveros e iniciamos el descenso hacia la Vega de
Sotres mediante un sendero bastante técnico en el que, sorprendentemente, dejo
atrás a Luis. La rodilla parece estar en perfecto estado y puedo permitirme
hacer los últimos kilómetros de la bajada trotando a buen ritmo hasta llegar al
control.
Llegamos al avituallamiento
de Sotres a las 13:25h, con algo más de dos horas de ventaja con respecto al
cierre del control. Llevamos algo más de 47km y la organización nos permite
dejar una bolsa con ropa de cambio y zapatillas secas para cambiarnos en este
punto. Yo elegí para el primer tramo de la travesera las Speedcross por ser las
únicas zapatillas que tenía con membrana impermeable pero con el hándicap de
que me están algo justas (por no decir pequeñas) y mis pies estaban deseando
cambiar de herraduras. Nos permiten también prescindir de los crampones pues ya
no los vamos a necesitar y es un alivio soltar algo de “lastre” para enfrentarnos
a la temible subida al Collau Valdomingueru. Además la mochila ha empezado a
dejarme su particular regalo en la espalda en forma de magulladuras debidas al peso,
el roce, los golpes y la humedad. Reponemos fuerzas comiendo todo lo que
podemos, rellenamos de nuevo las botellas, avisamos de nuestro paso por el
control con dos horas de ventaja y nos ponemos en camino hacia la última subida
fuerte del recorrido.
La subida a Valdomingueru es
una de las más duras y espectaculares de la travesera. No es muy larga pero el
desnivel es bastante acusado y las horas del día a las que nos toca
enfrentarnos a ella a muchos de los traveseros la hacen más dura todavía. Un
kilómetro vertical concentrado en el que la pendiente se va haciendo cada vez
más pronunciada. Yo, como siempre, salgo disparado hacia arriba y me permito
subir algo más de un kilómetro a ritmo fuerte, adelantando a varios corredores
en el ascenso. Poco después miro para abajo y veo que Luis viene algo tocado
(el año pasado tuvo que abandonar en Sotres, en el avituallamiento que acabamos
de dejar atrás, este año no voy a permitírselo).
Le espero y continuamos el
ascenso a su ritmo, juntos. Después de todo esta aventura la iniciamos juntos,
la preparamos juntos, la luchamos juntos y la vamos a vivir juntos hasta el
final. Tras luchar contra una primera parte de subida por sendero llegamos a la
zona de los neveros. La nieve está blanda y aprovechamos las pisadas de los que
nos precedieron para avanzar por ellos. En ocasiones los pies resbalan y es
inevitable temer por nuestra seguridad al mirar hacia abajo pero superamos el
primer obstáculo.
Continuamos la ascensión por
un tramo de rocas sueltas que la nieve ha ido desgastando a su paso y que
también se vuelve bastante resbaladiza y peligrosa ya que muchas se desprenden
ladera abajo con el consiguiente riesgo para los compañeros que aún vienen por
detrás. Alcanzamos el último nevero. El final de la canal está próximo. Nos
enfrentamos a la mayor pendiente de la subida de Valdomingueru pero son apenas
unos 200-300m. Poco a poco, paso tras paso, conseguimos llegar al paso
asegurado con una cadena.
Desde arriba nos dan ánimos para ascender estos
últimos metros y por fin coronamos. Nos ofrecen agua fresquita y nos tomamos un
merecido descanso observando el mar de nubes que hemos dejado atrás y sabiendo
que, a pesar de que aún nos quedan unos 22km para la meta, hemos dejado atrás
la parte más dura de la carrera y vamos con buen tiempo hacia el último control
y avituallamiento en el Jitu de Escarandi.
Haber superado la subida de
Valdomingueru nos sube los ánimos y, con energías renovadas iniciamos los 7km
que nos separan del control del Jitu. La primera parte de esta bajada la
hacemos por valles completamente nevados unas veces aprovechando los famosos
toboganes (que nos hacen ganar tiempo, proteger la mecánica y guardar energías)
y otras veces trotando y saltando por la nieve blanda. Poco a poco vamos
mejorando la técnica y ya podemos mantener un ritmo bastante aceptable de trote
por la nieve. Poco más adelante dejamos atrás la nieve y disfrutamos de un
descenso por pista entre una espesa niebla hasta el control.
Llegamos al Jitu de
Escarandi a las 17:20 (con una hora de ventaja con respecto al cierre del
control). Llevamos recorridos 60 duros kilómetros de carrera y ya solo nos
separan de la meta unos 14-15km. En este control nos permitimos un rato de
sosiego. Comemos bien (hay un momento en el que, incluso, pido disculpas a la
señora del avituallamiento porque estoy acabando con toda la comida que pone en
la mesa), bebemos y rellenamos las botellas para la última parte de la carrera
y, tras charlar un ratillo con la gente nos ponemos en marcha, bajo una espesa
capa de niebla, con el último esfuerzo. Recorremos poco más de un kilómetro
entre la niebla y ya perdemos de vista las banderas que marcan el camino. Nos
toca volver para atrás hasta encontrar referencias y coger el camino bueno. Mis
piernas están perfectas, mis ánimos están al máximo y vamos bien de tiempo. La
pega es que las magulladuras de la mochila en la espalda van a más y ahora me
duelen bastante cuando trotamos. Me doy algo de vaselina y me la ajusto más
para que quede más alta y bote menos pero ya no hay nada que hacer y tengo que
convivir con el dolor hasta que llegue a meta.
Continuamos la bajada
alternando trote con caminata a buen ritmo charlando con los corredores que nos
encontramos a nuestro paso hasta la última subida de la carrera (más llevadera
y corta que las demás). Le digo a Luis que yo me voy a adelantar y que luego él
me pille en la bajada para así ganar algo de tiempo puesto que yo subo mejor
que él y él baja mejor que yo. Tras superar la subida mi GPS se queda sin
batería y espero a que Luis me alcance para que grabe con el suyo el final de
la carrera. Nos quedan unos 8-9km y decidimos intentar bajar nuestro tiempo
final de las 20 horas lo que requiere que estos últimos kilómetros prescindamos
de andar y trotar y nos dediquemos directamente a correr. Comenzamos el
descenso corriendo poco a poco, intentando guiarnos entre la niebla por las
pisadas de los corredores que van por delante entre los distintos senderos que
nos encontramos para evitar perdernos (las banderas apenas se ven con la
niebla). Por fin llegamos al tramo final de calzada romana que nos llevará casi
hasta Arenas.
Durante esta bajada Luis se
venga de mis tirones en las subidas y me obliga a correr cada vez más. La
bajada es muy técnica, las rocas de la calzada muy resbaladizas debido a la
humedad de la niebla y del barro y a cada paso voy temiendo por mis rodillas y
por dejarme los dientes en cualquier tropezón. Cada vez vamos bajando más
rápido y conseguimos alcanzar un ritmo bastante bueno adelantando a varios
corredores en los últimos kilómetros de la bajada. Es curioso cómo, cada vez
que se ve el pueblo entre los árboles, parece que lo han alejado un poco más. El
último tramo de bajada lo hacemos por un sendero rapidísimo que nos deja en una
pista asfaltada a orillas del Cares. Me cuenta Luis que el año pasado el final
de carrera estaba prácticamente ahí, atravesando hacia el parking pero este año
parece que nos van a “pasear” por todo el pueblo.
Yo lo agradezco, llego con
fuerzas y puedo seguir corriendo a buen ritmo por estos últimos dos kilómetros
disfrutando de los ánimos y felicitaciones de la gente del pueblo y de los
corredores que se recuperan en las terrazas de los bares tras haber luchado y
vencido en la décima edición de la travesera. Mis piernas cada vez se mueven
más deprisa mientras pienso en todo lo que hemos pasado para estar ahí, a pocos
metros de la meta. Han sido muchos meses de preparación y de entrenamientos.
Cambios de hábitos alimenticios para estar preparado para terminarla. Muchas
horas de esfuerzo y de ilusión invertidas y ya estamos rozando el final. Miro
para atrás, Luis viene bastante lejos, en la cara veo que a él no le han
sentado nada bien estos kilómetros extra que le han pillado por sorpresa. Le
espero. Me alcanza. Veo como Alex y Alba vienen corriendo hacia él y les dejo
pasar. No me parecería justo llegar antes que Luis. A él le debo estar ahí,
terminando esta carrera. Si no fuera por él quizá ni siquiera habría empezado a
correr y mucho menos continuado. Si no fuera por él ni se me habría pasado por
la cabeza participar en algo como la Travesera. El año pasado vino solo y no
pudo terminarla. Este año, mi función era estar ahí para que lo consiguiera y,
al fin y al cabo, él la ha sufrido más que yo. Yo he llegado sobrado. Que conste
que no lo digo por presumir, de hecho me habría gustado llegar como él, como
llegan los valientes, habiéndolo dado todo, habiendo luchado contra sí mismos y
habiendo superado sus límites… Mi límite no estaba ahí y, aunque no lo creáis,
el hecho de llegar en buenas condiciones no me ha permitido disfrutar esta “victoria”
como se merece.
Si algo he aprendido de esta
experiencia es que, en este tipo de carreras, tiene tanto o más valor el hecho
de cruzar la meta en último lugar que hacerlo el primero. Cada uno tiene su
recompensa pero yo me quedo, sin dudarlo, con la sensación del que llega el
último, totalmente roto, sin fuerzas para dar un paso más y después de haber
luchado contra sus límites para estar ahí. Al fin y al cabo eso es lo que
buscamos cuando nos embarcamos en estas aventuras, ser capaces de superarnos a
nosotros mismos y dar un paso más cuando ya hace unos cuantos que nos hemos
rendido. Por eso me gustaría felicitar a los ganadores de ambas pruebas (Travesera:
Iker Karrera y Uxué Fraile; Traveserina: Raúl Cámara y Leire Fernández) y, en
especial, a los que llegaron muy por detrás de ellos, a los que se dejaron la
piel, a los que lo dieron todo y lo consiguieron y a los que, a pesar de darlo
todo no consiguieron llegar en tiempo pero terminaron porque ellos son los
verdaderos ganadores, ellos son los que han conseguido superarse a sí mismos y
no han cedido en ningún momento ni se han rendido. ¡¡ENHORABUENA!!
También me gustaría dar
recuerdos desde aquí a todos aquellos que compartieron con nosotros la
experiencia. Personas anónimas para nosotros (pues, para variar, olvidamos
preguntar el nombre) con los que compartimos sufrimientos, ánimos e ilusión a
lo largo de todo el recorrido. Fue un placer vivir esta experiencia con
vosotros y espero que nos veamos en alguna otra ocasión que ya sabéis que
montañas hay muchas pero siempre van los mismos.
Y para despedirme (si, ya sé
que soy un pesado pero para eso el blog es mío y hago lo que quiero) no
quisiera irme sin dar las gracias a toda esa gente que ha estado detrás de
nosotros apoyándonos y dándonos fuerza con su confianza en que lo
conseguiríamos. A nuestras familias y a nuestras parejas, a nuestros amigos y a
los que han estado durante todo este tiempo pendientes de nosotros empujándonos
y llenando nuestros depósitos mentales y anímicos… Sin todos vosotros quizá no
habríamos llegado tan lejos. Sinceramente mil gracias por estar ahí y que sepáis
que esta carrera es tan vuestra como nuestra y espero que podamos dedicaros
muchas más. Gracias por aguantar la chapa. Espero que os haya gustado!!
PD: Como es una crónica tan
extensa y me pilla en época de mucha actividad y poco tiempo no pienso repasar
los posibles fallos ortográficos y sintácticos así que disculpad las posibles
faltas que os encontréis. Si he conseguido escribirla en tan poco tiempo es
porque hoy, lamentablemente, está lloviendo en Jerte.