Otro fin de semana en
Salamanca y este, además, con “ciclogénesis explosiva” incluida (con ese nombre
parece que se fuera a acabar el mundo). Después de una semana deportivamente
tranquila (una salida a ritmo y otra de cuestas sin más), el sábado tocaba
quedarse en casa a disfrutar de la lluvia que, al final y contra pronóstico, no
llegó hasta medio día por lo que podría haber salido un ratillo por la mañana a
estirar las piernas. Como al final no lo hice, decidí aprovechar la mañana sin
lluvias del domingo para intentar hacer una tirada larga que me aproximara a la
distancia del maratón y comprobar, por fin, si sería capaz de terminarlo sin
tener que pararme a andar como me pasó en Torrejoncillo a finales de septiembre.
Al final el recorrido elegido se quedó en 40km y, a pesar de haber llegado algo
tocado, puedo considerar sacada aquella espinita de Los Artesanos.
El sábado por la noche
terminé acostándome más tarde de lo esperado y cuando suena el despertador
el domingo estoy profundamente dormido. Después de desayunar espero algo más de
una hora para hacer la digestión antes de salir y me noto pesado y somnoliento.
La cosa no empieza demasiado bien. Después de luchar contra la pereza durante
una hora y pico me cambio y me pongo en marcha. Son las 9 de la mañana, la mañana está fresca pero las
nubes están altas y parece que el viento ha dado un respiro. Recorro las calles
del centro de Salamanca con pinta de corremontañero ante la mirada de madrugadores y trasnochadores mientras caliento las piernas en dirección al Puente Romano y
al Camino de Santiago para comenzar el reto.
Ya por el Zurguén noto que
las piernas no responden como esperaba y me pesan demasiado. Parece ser que no están muy de acuerdo con lo de salir de casa esta mañana. El barro que se
forma en estos caminos después de las lluvias no ayuda mucho y continuamente pierdo
tracción al resbalar o quedarme pegado al suelo. Poco a poco voy dejando
atrás Salamanca y me adentro en los incómodos barrizales que hay tras pasar el barrio del
Zurguén. Aprovecho los bordes del camino intentando evitarlos para no
desgastarme antes de tiempo. Al fondo, el sol ilumina las nubes, sin atreverse a
asomar completamente.
Por fin dejo atrás los
primeros tramos de barro y comienzo a pisar tierra algo más firme a medida que me
acerco a Aldeatejada. Al llegar al teso me encuentro con mi primera bajada,
también bastante llena de barro ya que, habitualmente, nace algo de agua en la
bajada. Mantengo el ritmo lento y constante que he traído durante la subida
para no forzar las piernas pues aún me queda mucho camino por delante.
Me cruzo con un par de
personas que suben la cuesta en bici peleando contra el pegajoso barro
salmantino. Poco después me adelantan tres o cuatro chavales con sus motos
de trial (ellos sí que parecen disfrutar del barro y los charcos). Continúo mi camino con
paso firme. Parece que las piernas por fin han empezado a funcionar y ahora
solo tengo que concentrarme en seguir adelante sin pararme, disfrutando del paisaje. Detrás de mí viene
otro chico en bici que me acompañará durante los siguientes 5 o 6 kilómetros.
Recorremos prácticamente juntos el largo sube y baja por infinitos campos de cereales separados por unos metros de distancia.
Después de haber recorrido unos 12 o 13
kilómetros por fin llego a una zona donde la pista se estrecha un poco y
aparecen las primeras encinas para alegrar un poco el paisaje (no es gran cosa
pero, comparado con un infinito y despoblado campo donde apenas está empezando a asomar el trigo, cualquier cosa alegra la vista).
Primera parada para beber y comer algo. Aprovecho para sacar un par de fotos y
rápidamente continúo con el camino para mantener las piernas en funcionamiento.
De nuevo atravieso otra zona
de barro y charcos, esta vez algo más llevaderos pues ahora solo resbala y
no se queda pegado a la suela de las zapatillas (es muy incómodo correr como si te pesaran
los pies 3kg cada uno). Al fondo se ve Mozárbez. Bajo por una larga recta hacia
el pueblo pero me desvío a la derecha para poder continuar unos kilómetros
más. La subida, también bastante embarrada, se me hace eterna pues hace aparición el siguiente protagonista de la jornada y empiezo a
notar bastante viento en contra. Agacho la cabeza y avanzo lentamente hasta la parte de
arriba.
Desvío de nuevo hacia la
izquierda para continuar con una bajada donde el barro vuelve a ser extremadamente
pegajoso y resbaladizo. Continuamente tengo que salirme del camino para que se
suelte de las zapatillas. A mi izquierda un improvisado circuito de trial. Poco a poco la bajada se convierte en subida y el
barro me da un respiro hasta llegar al siguiente cruce. Tomo el desvío hacia
la izquierda, esta vez se trata de una pista más transitada y con mejor firme. Por fin un buen
terreno donde trotar pero las piernas empiezan a notar los esfuerzos del
camino y me lo tomo con calma.
Continúo por esta pista
durante un par de kilómetros donde casi todo es bajada hasta llegar
a una carretera comarcal. A mi derecha, siguiendo la carretera, la urbanización
de Las Carretas. Miro el GPS, llevo 20km, creo que es buen momento para darse
la vuelta. No me apetece pisar asfalto, los que somos de campo somos de campo. De nuevo un traguillo de agua, un gel para el cuerpo y en marcha. El
camino de vuelta va a ser más duro de lo que esperaba ya que, además del cansancio
acumulado y del barro, esta vez tendré que luchar contra pequeñas rachas de viento
durante la mayor parte del trayecto.
Empiezo a notar las piernas
bastante cansadas a partir del km 25 y noto dolor en la cadera y las ingles. Intento disfrutar del paisaje que, a pesar de
no ser espectacular, tiene su encanto en un día tan gris. Las nubes empiezan a
volverse más oscuras y el viento se vuelve más fuerte, no tardará en llover. Continúo mi camino haciendo
volar mi imaginación con la música, con el paisaje y con las sensaciones en un intento por
olvidar el dolor que ya empieza a aparecer mientras continúo corriendo como un autómata. Atrás
quedó la larga recta de barro rojo donde tuve que luchar para despegarme del
suelo, las vacas que trotaban por las dehesas a mi paso junto a sus terneros y un grupo de ovejas (con oveja negra incluída) que disfrutaban, tumbadas tranquilamente, del almuerzo mañanerno.
Llego de nuevo a la bajada
que da vistas a Mozárbez y tomo el desvío hacia la izquierda para enfrentarme a la
subida más larga de la vuelta con bastante aire en contra. El dolor de piernas
se va incrementando poco a poco y el ritmo se resiente. La subida se me hace eterna. Me cruzo
con otro grupo de chavales que pasan con sus quads a toda velocidad llenos de
barro. Por fin llego arriba y no sé qué es peor ya que, en las bajadas, al tener
que ir frenando, noto un dolor más intenso que en las subidas.
Sigo intentando distraerme
con el paisaje y la música mientras evito las zonas con mucho barro para no
añadir más dificultades al cansancio y el viento. Poco más adelante un par de
mastines salen a “saludarme” y me regalan un buen subidón de adrenalina que me
hace olvidar las piernas durante un rato. A mi derecha dejo el desvío que lleva
a Miranda de Azán y atravieso un pequeño puente por el que pasa un arroyo. Me
estoy acercando a Aldeatejada y ya veo más cerca el final (12km). Aún así el
dolor de piernas cada vez es más intenso y el terreno vuelve a ponerse de nuevo
bastante húmedo y difícil. Continúo avanzando. Ya queda poco.
Al llegar a los pies del teso de
Aldeatejada tengo que enfrentarme a su larga subida que, aunque bastante tendida, es
complicada debido al pegajoso barro. Me anima pensar que, al completarla, ya
todo será bajada hacia Salamanca. Llego arriba y puedo ver la silueta de la ciudad al fondo tras la cruz de los peregrinos. Por delante unos 7km de
barro y pequeños arroyos pero ya casi he llegado. Las piernas me duelen
bastante y, a pesar de parecer vacías, continúan trabajando con paso lento
pero firme. En estos momentos hay que tirar más de cabeza que de piernas así que me doy ánimos a mí mismo y sigo adelante con la determinación firme de no parar hasta el final.
Por fin llego a Salamanca.
Atravieso el Zurguén concentrado en dar continuamente un paso más. Ya no puedo
parar, he llegado. Atravieso el puente romano lleno de barro entre multitud de
personas que aprovechan para dar un paseo antes de que vuelva a llover. Asciendo por el antigüo barrio chino luchando contra el dolor de piernas. Me
adentro en las calles del centro hasta llegar a la fuente donde inicio y termino los
entrenamientos. Me dejo caer sobre ella al finalizar el recorrido. Poco después comienza a llover mientras estiro. Objetivo cumplido.
Al final han sido 40km de
barro, dolor de piernas y viento en contra en algo menos de 4 horas. Necesitaba
saber que sería capaz de hacerlo. A pesar de no haber sido montaña pura y dura y de no haber completado los 42km
ahora ya puedo considerar esa espinita del Maratón de los Artesanos sacada
puesto que esta vez al menos no he tenido que andar en ningún momento. Por fin he visto
el famoso “muro” de los 30km (el mi caso apareció a los 25) y he conseguido
saltarlo para continuar mi camino. Superado este reto ahora sólo queda descansar y preparar el próximo.
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