Con el objetivo de la Travesera en mente y siendo éste mi gran reto de
este año, hace un par de semanas que empecé un plan de entrenamiento más serio, más "de persona mayor", un plan que yo
mismo he diseñado (más orientativo que otra cosa ya que, debido a mi
inexperiencia, no sé muy bien si será adecuado para una prueba como ésta). Parece ser que esto de
tomarse un poco más en serio los entrenamientos también requiere cierta
experiencia pero bueno, aquí estamos para aprender y en ello andamos. La
primera semana sobreviví a la planificación y cumplí con ella por completo, exceptuando el trabajo de fuerza
ya que carecía de gimnasio donde realizarlo. El fin de semana incrementé el
volumen de kilómetros para alcanzar los 100km que tenía planificados para esa semana y
pude darla por completada.
La cosa es que no debió
sentarme muy bien ese incremento de kilometraje tan concentrado en los tres dias del fin de semana
y comencé la segunda semana del plan con déficit energético en las piernas por lo que
tuve que tomarme, además del lunes, el martes como día de descanso (primer error).
El miércoles llegaron las series. Dicen que, para hacerlas bien, las últimas
tienen que ser las más rápidas, a mí las últimas me salieron unos 10 segundos más
lentas que las primeras pero bueno, supongo que para un principiante no está
tan mal. Vuelvo a justificarme con lo de que aquí estamos para aprender. Además aún me cuesta mucho bajar de los 4min/km. El jueves tocaba
hacer cuestas, esto lo tengo más controlado y con velocidad de crucero pude dar
buena cuenta de ellas sin mucho problema.
Y por fin llegó el viernes. Conseguí que me dejaran usar la sala de musculación del Pabellón Polideportivo de la Universidad de Salamanca un día a la
semana y así realizar los ejercicios de fuerza. No sé si fue
el exceso de confianza (y de peso) o la inexperiencia pero el caso es que salí
de allí con las piernas bastante cargadas (segundo error). Al principio pensé que era algo
normal, después de todo es lo que tienen estos ejercicios. Por la tarde salí a
trotar un rato para acompañar a uno de los chavales de la cantera del Club
Deportivo Jerte que participará en las pruebas JUDEX (tercer error). La verdad es que no
parecía sentirme mal, al contrario, podía subir las cuestas a ritmo bastante
bien, incluso cuestas que nunca antes había subido sin pararme a andar. Por la
noche pronto a la cama que había que recuperar y las piernas ya pedían
clemencia.
El sábado el plan era hacer,
junto a Luis, el recorrido de la carrera de Jerte a ritmo de competición,
intentando bajar el crono en la medida de lo posible. Nada más levantarme me di
cuenta de que la cosa iba a estar complicada ya que me costaba incluso andar
por casa para ir a por el desayuno. Con más fuerza de voluntad que la que tenía
en las piernas me puse las zapatillas e intenté ir trotando hasta la plaza de
Jerte para calentar las piernas con la idea de que, una vez calientes,
volverían a funcionar. Nada más lejos de la realidad.
Ya en la primera subida por
la Fuente de Las Latas tuve que decirle a Luis que siguiera sin mi. Mi ritmo no
llegaba ni a borreguero. Las piernas parecían estallarme en las subidas y me
dolían una barbaridad en las bajadas y en los llanos. Me inventé un recorrido
de unos 8km para aprovechar la mañana y tuve que conformarme con recorrerlo a paso de tortuga. Me sentía
impotente, no podía hacer nada, no tenía más remedio que resignarme y pagar la
novatada del viernes. Me acosté pronto con la obsesión
de salvar el fin de semana, pensando en intentar levantarme temprano para salir
con el frontal aunque fuese a ritmo muy lento. Esta semana los kilómetros no
iban a salir, estaba claro.
El domingo, cuando sonó el
despertador, entendí que era tontería
levantarse, apenas podía andar, mucho menos correr. Mejor recuperar. Puse el despertador un par de horas más tarde y después de
9 horas de sueño y un desayuno reparador tocaba disfrutar de la mañana en el Balneario
Valle del Jerte aprovechando una sesión de SPA y un menú de degustación que
les habían regalado a mis padres y que ellos, a su vez, nos regalaron a Marga y
a mí. Para ser la primera vez que entraba en un sitio de estos tengo que
admitir que no me hubiese importado pasar el día entero entre burbujitas,
piscinas de agua caliente, saunas y duchas perfumadas… Además la comida también
estuvo bastante bien.
Al llegar a Salamanca estaba
lloviendo. No imagináis lo ridículo que se siente uno cuando está calándose y tiene que ir renqueando por
la calle cargado con las maletas con cara de sufrimiento y sintiendo
pinchazos en las piernas cada vez que intenta acelerar para evitar mojarse.
Estaba claro que el lunes también iba a ser día de descanso. Así fue. Al menos
el lunes por la tarde ya podía andar con bastante normalidad y subir las
escaleras no se convertía en un calvario. El martes podría ser el día de volver de nuevo a los
entrenamientos (y más me valía si quería volver al buen camino sin perder más tiempo).
Hoy es martes. Esta mañana
por fin he vencido a las agujetas. La idea era salir a trotar un poquillo para
ver qué tal respondían las piernas. Al principio aún me dolían bastante pero poco
a poco se dejaron llevar, fueron calentándose y hasta me he permitido subir unas
cuantas cuestas, descubrir un tramo de escaleras que no había visto hasta ahora
y rodar unos 10km más por el barro de los caminos de Aldeatejada. Me han
salido unos 15km en poco más de una hora. Supongo que es un buen reenganche así que contento. A ver qué
tal se portan mañana con las series. Creo que a partir de la semana que viene,
además de poner menos peso, cambiaré el trabajo de fuerza para el martes, así
al menos podré proteger los rodajes largos del fin de semana.
Qué tiempos aquellos en los
que uno simplemente salía a correr sin más. No había pulsaciones, ni cronómetros
con GPS que marcaran los kilómetros recorridos. No había planificaciones, ni
series, ni cuestas. Podías hincharte a comer pan por las noches, disfrutar de los
pastelitos con cola cao antes de ir a dormir, ponerte como un cerdo en las comidas, comer patatas
fritas y chocolates a cualquier hora del día, cenar hamburguesas del burguer,
pizzas…y si había agujetas pues ya se pasarán.
Supongo que, como suele
decirse: “El que algo quiere, algo le cuesta”. Supongo que es algo así como una forma de madurar como corredor, de subir al siguiente
escalón. Llega un momento en el que todos queremos
mejorar, aspirar a algo más, dar un paso más allá y disfrutar de lo que viene ahora. Supongo que por eso me
apunté a la aventura de la Travesera. Es hora de pasar a un nuevo nivel. Ahora toca sufrir para, después, poder
disfrutar. Recordando el guión de 300, como buen friki que soy: “Cuanto más
sangres ahora, menos sangrarás en el campo de batalla”. Así que es momento de aprender
de estos errores, de superarlos y de volver a poner las cartas sobre la mesa y seguir adelante disfrutando de cada paso.
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