Recuperado ya de aquellas
terribles agujetas del fin de semana pasado, éste se presentaba con bastante “buena” pinta
pues las predicciones meteorológicas presagiaban un sábado de lluvia/nieve y
bajas temperaturas tanto para el sábado como para el domingo. Digo que tenía “buena”
pinta porque me apetecía probarme en condiciones adversas ya que este año parece
que estoy teniendo mucha suerte y pocas veces he tenido que tirar de
chubasquero o pasar frio más allá de lo soportable. Pero como suele pasar
últimamente con las predicciones meteorológicas, no se cumplieron. El viernes
por la noche nevó algo en lo alto de la sierra y el sábado las cumbres amanecieron
blancas pero ni una nube en el cielo, eso sí, mucho viento helado que bajaba la
sensación térmica a nivel de "un frio de narices".
El sábado por la mañana tocaba
salir a buscar la nieve. Durante la semana había imaginado salir corriendo bajo la nieve desde el
mismo pueblo, el reboldo nevado y los copos cayendo sobre el chubasquero y fundiéndose con mi
piel, el viento helado golpeándome en la cara y la sensación blandita de trotar
por el frio manto blanco. De todas estas sensaciones tuve que conformarme con
la del viento helado, que tampoco fué moco de pavo. Y así, poco a poco, y luchando contra el viento, fui ascendiendo
por enésima vez el camino de Los Pilones y llegué a mi inseparable amigo, el Puente
Carrascal.
Primera parada para combatir el viento helado que me hacía sentir
punzadas en las sienes y estaba destrozándome los labios. Aprovecho para sacar
el corta vientos, el cacao para los labios y las gafas de sol intentando
protegerme de los golpes de aire. Después de comer algo y echar un traguito de
agua continúo el camino hacia el Collado de la Encinilla. Durante el ascenso por el
collado el aire me da una de tregua y vuelve la sensación de calor. Al llegar arriba otra parada para quitar capas que ya se nota el solete y el
viento parece haberse calmado un poco. La nieve parece ya próxima. Es cuestión de
tiempo encontrarme con ella.
A medida que continúo el ascenso hacia el
Collado de Las Yeguas comienzan a aparecer pequeños copitos por el suelo que
la nevada de la noche anterior ha depositado en la vegetación, las bajas
temperaturas de la noche los han congelado y el aire de la mañana se ha encargado de
esparcirlos por el suelo. Aún es nieve “ratonera” pero algo es algo. Mientras tanto, los arroyos de agua helada y las capas de hielo empiezan a adueñarse del sendero.
A partir de Los Escalerones
la cosa empieza a cambiar y la nevada comienza a hacerse más evidente cubriendo por completo el suelo. Empiezan
a aparecer las primeras capas grandes de hielo sobre las rocas y los charcos del camino ya
no son una simple molestia y pasan a convertirse en algo habitual. Continúo
corriendo sobre largos arroyos de agua helada que me cubren por encima de los
tobillos, rompiendo el hielo que se ha formado por encima de los charcos y
cubriéndome por completo el cuerpo de nieve al pasar entre los "azucarados" brezos que adornan la
última parte del ascenso al Collado de Las Yeguas.
Al cruzar el puente de la
Garganta del Hornillo el hielo se vuelve más incómodo y peligroso
ralentizándome bastante en el ascenso. Los pies empiezan a dolerme bastante por
el frio del agua helada que se acumula en las zapatillas y asciendo con cuidado para no resbalar con las enormes placas de hielo que se han formado en el camino.
Ya en la cima tengo que conformarme con la foto
de rigor en lo alto del collado para emprender rápido la bajada pues empiezo a
notar los pies bastante dormidos. Si subir resultó incómodo y difícil por el hielo, la
bajada se vuelve bastante peligrosa así que intento bajar rápido pero también lo más concentrado
posible para evitar cualquier disgusto que, a estas temperaturas y estando solo,
podría resultar fatal.
A medida que voy
descendiendo y dejo atrás las capas más altas de nieve y los arroyos helados mis pies vuelven a coger temperatura y, a pesar de seguir bastante mojados,
parecen empezar a despertarse y dejan de dolerme. Ahora ya solo queda disfrutar de la bajada y
de las vistas. El sol empieza a calentar e incluso parece que hace calor. Bajo
rápido por el Collado de la Encinilla hasta el Puente Nuevo para recorrer el
sendero que lo une con la Garganta Chica (una divertida bajada rápida por un sendero de tierra que nunca
quiero perderme en las salidas).
Me toca atravesar la
Garganta Chica por el agua pero aquí abajo ya no está tan fría y pronto me olvido de que llevo los pies mojados. Continúo mi
camino hacia Los Pilones. Parece que los turistas se han animado por el buen
tiempo y ya hay bastante gente disfrutando de estos parajes. Miro el reloj. Es más tarde de lo que pensaba así que decido subir hasta el camino de los Tres Cerros para llegar
cuanto antes al pueblo. Parece que vuelve el viento helado a medida
que me acerco a Jerte.
Después de 30km y algo más de 4 horas me vuelvo a casa con
el pack completo: perfecta mañana soleada con frío, viento helado, barro, agua, hielo,
nieve… aprovecho para estirar un poquillo con la mirada perdida en la nieve de
la sierra. Buen sábado. Hacía tiempo que no disfrutaba de una buena salida en
solitario tan completa.
El domingo el viento nos dio una
tregua pero las temperaturas seguían por los suelos. La salida resultó ser
bastante corta (unos 12km) pero con buenos y duros toboganes por el reboldo en compañía
de tres grandes (Miguel, Javi y Susi) que hacía tiempo que no coincidíamos
juntos por ahí. Con buena conversación y tres galgos como estos el tiempo vuela y en hora y media ya
estábamos de nuevo en casa con la sensación del trabajo bien hecho (para Javi y Susi fueron algo más de dos horas ya que ellos hicieron el recorrido de la carrera y Miguel y yo quedamos con ellos para recorrer juntos el último tramo).
Esa misma tarde, al volver a Salamanca,
improvisando, Marga y yo decidimos dedicar el lunes a visitar las Arribes del
Duero. Hacía años que teníamos ganas de visitar esta bonita zona de Salamanca
y, por unas cosas u otras, al final siempre se había caído el plan. A pesar de
no haber tenido tiempo suficiente para ver todo lo que nos habría gustado visitar,
mereció la pena. Ahora Salamanca me parece un poco más bonita y ya sé que no
sólo está formada por inmensos y despoblados campos de cereales.
Al llegar fuimos a visitar
el famoso Pozo de Los Humos (desde Pereña hay que conformarse con verlo desde
un mirador a bastante distancia y desde Masueco hay una pasarela que permite
una vista aérea desde lo alto del salto de agua pero no tuvimos tiempo para
acercarnos). La verdad es que habíamos escuchado hablar tanto de este salto de
agua que nos volvimos con una pequeña sensación de decepción. Supongo si
hubiésemos podido acercarnos más habría sido más espectacular.
De vuelta a Pereña decidimos
visitar el otro pozo famoso, el Pozo del Airón. A este pozo se llega por un precioso
y sinuoso sendero que recorre una pequeña garganta encajonada entre las laderas
típicas de las Arribes. Lo más espectacular y llamativo de este chorrero es que la
parte de atrás es accesible y bastante amplia por lo que se puede disfrutar de
la caída del chorro desde fuera y desde dentro. La vuelta se hace larga ya que
hay que ascender los 300m de desnivel que hemos descendido desde el pueblo para llegar hasta el
pozo bajo el sol de medio dia y las cuestas son cortas pero intensas.
Antes de volver a Salamanca
nos acercamos a Aldeadávila para ver su central eléctrica y el famoso Salto de
Aldeadávila. La vista de la presa es espectacular al estar ubicada entre enormes acantilados que, incluso, la hacen parecer pequeña.
La pena es que la central no es accesible y tenemos que conformarnos con ver la presa desde lo alto del pequeño mirador y el vuelo de los buitres que empiezan a
prepararse para la época de cría. Un gran día en inmejorable compañía por una
de las zonas más bonitas de Salamanca. Bonita forma de empezar la semana.
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