lunes, 28 de enero de 2013

Grandes aventuras jerteñas:



De nuevo otro gran fin de semana por Jerte. Después de dos semanas en Salamanca y de haber visto de lejos, en foto, las montañas del valle nevadas, ya tenía ganas de volver a desgastar las zapatillas por estos maravillosos parajes que tenemos a la puerta de casa. El plan inicial para este sábado era subir al Torreón desde Jerte con el objetivo de marcar una ruta “fiable” y “cómoda” con vistas a futuras ascensiones pero la cantidad de nieve que se había acumulado durante la semana nos hizo cambiar el itinerario por la enésima visita al Collado de Las Yeguas. Al final ni una cosa ni la otra y, lo que comenzó como un entreno más, terminó convirtiéndose en una divertida, interesante y, en parte, peligrosa aventura en la Garganta Chica. Eso si, muy gratificante.


Salimos de Jerte el sábado por la mañana poco antes de las 9. El día comienza a asomar claro y limpio de nubes, muy diferente a lo que ya estaba siendo habitual por estos lares. La temperatura, óptima y agradable, anima a pasar una buena mañana de montaña. Yo con un mono increíble, rebosante de energía y ganas recuperar el tiempo perdido después de dos semanas conformándome con las pequeñas cuestas y el barro de salamanca y Fery con molestias en el estómago y las piernas un tanto rebeldes que no terminan de calentarse pero dispuesto a llegar donde haga falta.


La subida la hacemos, como ya es habitual, siguiendo el itinerario de la carrera de este año (para ir “aprendiéndonosla”, que toda ventaja es poca…). Yo me encuentro bastante fuerte pero voy controlando las piernas mientras el Fery se pelea con las suyas y sigue con las molestias estomacales. En poco más de media hora estamos atravesando Los Pilones y continuamos hacia el refugio parando a coger un poco de agua en la fuente que también se ha convertido en parada habitual en nuestras salidas. Reemprendemos rápido la marcha y continuamos hasta el cruce de la Garganta Chica. 


Yo me sigo notando muy bien esta mañana, decido mantener el ritmo y asciendo, sin parar de correr, la primera parte del sendero que lleva al Puente Carrascal mientras Fery, que sigue sin encontrarse del todo bien, cede y continúa andando. Cuando mis piernas llegan al límite y me hacen parar aprovecho para disfrutar del paisaje y sacar alguna foto de las montañas nevadas. Poco después nos reagrupamos y continuamos el ascenso andando. A mitad de camino hacia el Puente Carrascal, justo antes de comenzar la bajada, decidimos modificar la ruta que teníamos planeada para desviarnos por el camino que sube a la Majada del Piornalego.


El camino está bastante perdido durante algunos tramos pero muy cuidado y elaborado en otros. Sin mucha dificultad lo seguimos durante uno o dos kilómetros atravesando algunas zonas de incómodos y cerrados brezos y algún que otro arroyo hasta que llegamos a la majada. Los corrales de las cabras y la mayoría de las construcciones están en bastante mal estado debido al tiempo que llevan abandonadas pero la casilla principal está bastante bien y podría ser un buen refugio para cobijarse en alguna tormenta. Decidimos continuar por el camino para intentar llegar al Collado de Las Yeguas por esta parte de la garganta y bajar por la Ruta de Carlos V.


De nuevo nos encontramos con zonas muy cerradas de vegetación y con otras donde el camino está tan elaborado como la calzada que baja al Puente Nuevo. Debió ser un camino bastante transitado en otros tiempos. Atravesamos un bonito chorrero y continuamos por el sendero hasta llegar a una zona bastante cerrada en la que ya es muy trabajoso avanzar. Después de estar un rato barajando las distintas posibilidades decidimos, más por tiempo que por otra cosa, descender hasta la garganta para atravesarla y ascender por el otro lado hasta el camino que lleva a Los Escalerones.


La bajada a esta zona de la Garganta Chica es bastante complicada ya que el agua baja bastante encajonada entre paredes y laderas prácticamente verticales. Además, la vegetación es abundante y, al no haber apenas tránsito animal y mucho menos humano, se complica mucho el paso. Nos arrastramos entre los brezos hasta llegar a la garganta pero la fuerte corriente y las resbaladizas rocas nos impiden cruzarla con un mínimo de seguridad. Decidimos volver a trepar por la ladera hasta llegar a un paso que parece tener mejor pinta un poco más arriba. De nuevo volvemos a bajar agarrándonos donde podemos hasta llegar a la garganta. Esta vez parece que hay más posibilidades de cruzar.

 
Con cuidado para no resbalar aprovechamos una zona un poco más tranquila, con menos corriente y menos resbaladiza para cruzar por el agua helada. Al llegar a la otra orilla nos damos cuenta de que, al haber cruzado más arriba del punto por donde lo íbamos a hacer inicialmente, la subida hasta Los Escalerones se nos ha complicado bastante y por encima de nosotros tenemos una ladera muy vertical con bastantes tramos de resbaladizas rocas mojadas.


Nos ponemos en marcha rápidamente y vamos ascendiendo con cuidado trepando por las rocas agarrándonos a todos los salientes y vegetación que encontramos a nuestro paso. Las vistas son espectaculares y el hecho de que, seguramente, solo los animales hayan pisado estas laderas y rocas, le da ese puntito de aventura a la subida que la hace más especial. Poco a poco la pendiente se empieza a hacer menos pronunciada.


Por fin llegamos al camino de la Ruta de Carlos V. Estamos cerca de Los Escalerones pero ya es bastante tarde, ascendemos unos metros por el camino pero pronto decidimos dar la vuelta para volver a casa en un tiempo prudencial. La bajada la hacemos rápida y divertida saltando entre los arroyos y el barro que inundan el camino hasta el Collado de La Encinilla. Continuamos bajando aprovechando los innumerables atajos hasta la calzada que lleva al Puente Nuevo. Lo atravesamos y ascendemos hasta la majada de Alfonso para recorrer el sendero de La Venta y bajamos por El Reboldo hasta Jerte.


En total han sido unas 3 horas y media de salida. Como mucho habremos corrido dos horas y media, si llega, pero ha merecido la pena. Estas vistas, estas experiencias, estas “aventuras” que uno no se espera son las que nos hacen salir cada día a conocer nuevos caminos, a sentirnos libres, a disfrutar de una mañana de montaña. Eso sí, como le dije a Fery cuando trepábamos por las laderas de la garganta, menos mal que estas cosas no las ven las madres…

La tarde del sábado también resulta ser visual y mentalmente estimulante. Aprovechando que tenemos visita de unos amigos en casa decido acercarme con mis padres y con ellos a disfrutar de la Garganta de Las Nogaledas, en la vecina localidad de Navaconcejo. Parece increíble que, estando a tan sólo unos 10km de casa y, teniendo en cuenta que se puede empezar a disfrutar de esta ruta en menos de 5 minutos desde que se deja el coche, aún no hubiera ido a ver los espectaculares chorreros que adornan esta garganta. 


La visita es tranquila, llevamos con nosotros a dos niñas pequeñas y la recorremos tranquilamente, en familia, disfrutando del paisaje, de la ruta y de la compañía así que tampoco me centraré mucho en contaros los detalles. Solo recomendaré que, si aún no conoceis esta garganta, aprovecheis estos días en que baja bastante cargada de agua para visitarla, merece la pena. Os dejo unas fotos para que juzguéis vosotros mismos.

El domingo se supone que haría un día de perros a partir de medio día así que aprovecho la mañana para salir, esta vez en solitario, a estirar un poco las piernas y despedir el fin de semana, ¿cómo no?, por la Garganta de Los Infiernos. Por mucho que pisotee incesantemente estos caminos nunca me canso de ellos. Cada vez que los recorro parecen ser distintos. Esta mañana fresca y gris, con pequeñas nubes que se caen del cielo sobre las montañas, le da un encanto especial a los senderos de la reserva. El itinerario elegido para esta mañana es el, ya clásico, ascenso desde Los Pilones al Puente Carrascal volviendo por el Puente Nuevo hasta el Refugio, atravesar la Garganta Chica y volver por Los Pilones hasta Jerte. El itinerario perfecto para disfrutar los grandes tesoros de la reserva en un solo trazado.


En total unos 18km con un ritmo tranquilo y disfrutón, centrándome más en el paisaje y las sensaciones que siente mi cuerpo que en los ritmos, tiempos o distancias. Es uno de esos días grises que le ponen a uno melancólico y el entrenamiento se convierte en una especie de conversación con uno mismo. Es uno de esos días en los que uno va corriendo pero está más concentrado en la temperatura que hace, en el sol que aparece tímidamente entre las nubes para iluminar un pequeño tramo dejándonos ver nuestra propia sombra anticipándose a nuestros pasos o en lo fría que está el agua al atravesar la garganta y hace que un escalofrío recorra por completo nuestro cuerpo. Es uno de esos días en los que uno se da cuenta de la belleza que le rodea y de la suerte que tiene de poder disfrutar de estos parajes para correr, andar, trepar, nadar, ver, oir, oler, sentir… En fin, es uno de esos días para recordar pero ahora es momento de dejar de volar y volver a empaparse de cruda y triste realidad. El fin de semana que viene más y mejor.

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